Se denomina desilusión al acto y la consecuencia de desilusionarse o de desilusionar. Este verbo se refiere a la pérdida de las ilusiones (esperanzas, anhelos). Por ejemplo: “¡Qué desilusión! El concierto duró menos de una hora y el cantante estuvo muy desafinado”, “No quiero sufrir otra desilusión amorosa”, “El resultado fue una desilusión porque aspirábamos a ganar el partido”.
Una desilusión suele producirse cuando la realidad resulta diferente a lo que una persona esperaba. Supongamos que un joven es un gran admirador de un cierto escritor. Cuando el autor lanza su nueva novela, el muchacho se apura para conseguirla. Sin embargo, al leer el libro, descubre que el novelista cambió su estilo y que la historia presentada le resulta aburrida. El joven, por lo tanto, se lleva una desilusión.
Tomemos el caso de un seleccionado de fútbol que es el principal candidato para consagrarse campeón mundial por la calidad de sus jugadores y por los antecedentes del conjunto. En la Copa del Mundo, para sorpresa de todos, pierde los tres encuentros que disputa y queda eliminado en la primera ronda. Esta actuación supone una desilusión para los deportistas y para los aficionados.
La idea de desilusión amorosa, por otra parte, hace referencia a la decepción que experimenta un individuo si una relación sentimental fracasa. Por lo general, cuando dos personas entablan un vínculo romántico, confían en que la pareja se consolide y perdure en el tiempo. Por eso si la relación termina rompiéndose por algún motivo, es probable que los integrantes sientan una desilusión.
Dado que las relaciones amorosas suelen comenzar por la etapa del enamoramiento, durante la cual la percepción de la otra parte se da de forma distorsionada, es muy común que tarde o temprano llegue la desilusión para atentar contra la estabilidad de la pareja. El enamoramiento se caracteriza por ver a la otra persona como un ser ideal, prácticamente carente de defectos y con virtudes que resultan inalcanzables para los demás; sobra decir que no es una visión realista y por eso debe llegar a su fin en algún momento.
El final del enamoramiento no debería ser algo negativo para la salud de la pareja; por el contrario, es gracias a ese momento en el cual cada parte comienza a enfrentar la realidad que puede consolidarse la relación y alcanzar nuevos niveles de confianza mutua. La verdadera felicidad se consigue por medio de un lazo fuerte, basado en la sinceridad; la desilusión amorosa sólo debería tener lugar si el otro nos hace daño de forma arbitraria e intencional, pero no por descubrir que «no es perfecto».
En cualquier caso, ya sea en una relación de amigos o pareja, o al acercarnos a un artista por quien sentimos una profunda admiración, existen varios consejos para evitar la desilusión. El primero de ellos es «nunca caminar detrás del otro, sino a su lado»; esto tiene más sentido al pensar en una relación interpersonal, pero también puede aplicarse al fanatismo, ya que no debemos depender del otro ni permitir que su imagen nos ciegue.
Estar disponibles cuando un amigo, familiar o nuestra pareja nos necesita no significa dejar de vivir para ellos: por el contrario, si no nos cuidamos, entonces tampoco tendremos toda la energía necesaria para darles una mano. Por eso debemos caminar junto a ellos, mirando también hacia el frente, para poder superar los obstáculos juntos.
La desilusión que puede causarnos un grupo de música o nuestro escritor favorito muchas veces es injusta, ya que surge de una mera falta de compatibilidad en los gustos. No podemos pretender que nuestros ídolos trabajen para nosotros exclusivamente, creando las obras a la medida de nuestras necesidades; por eso, otro consejo para evitar desilusionarnos es controlar nuestras expectativas y aceptar que no siempre nos darán lo que pedimos.