El término deslave procede del vocablo latino delābi, que puede traducirse como “deslizarse”. El concepto, que también puede mencionarse como derrubio, hace referencia al desmoronamiento o la caída de tierra como consecuencia del accionar de una corriente de agua.
El deslave, por lo tanto, se vincula a la erosión que genera el agua en una ribera y al efecto de la fuerza de gravedad. También puede tratarse de un deslizamiento que se produce por la lluvia cuando el agua provoca la separación de una capa de tierra del lecho de roca.
Otros nombres por los que se conoce el deslave son corrimiento de tierra y derrumbe, y se trata de un desastre que se vincula a las avalanchas; sin embargo, en lugar de producirse un deslizamiento de nieve, el deslave lleva rocas, tierra, árboles y edificios en ruinas, entre otros objetos.
En ocasiones el deslave es casi imperceptible, ya que la tierra apenas se desplaza unos pocos centímetros. En otros casos, en cambio, el deslave puede ser muy rápido, con movimientos de más de 30 kilómetros por hora. Cuando un deslave de muchas toneladas de tierra se produce con gran rapidez, es posible que se genere una tragedia ya que pueden quedar pueblos enteros sepultados.
Las razones por las cuales puede ocurrir un deslave son varias, y abarcan tanto cuestiones naturales como causadas por el ser humano; por ejemplo, puede darse como consecuencia de la inestabilidad alrededor de la zona, por terremotos o por la erupción de un volcán, pero también como resultado de una explosión en el contexto de una obra de construcción.
En concreto el deslave tiene lugar cuando el agua se introduce entre distintas capas de suelo. Estas capas están vinculadas por la fricción, que ejerce una resistencia al deslizamiento. El agua, al eliminar dicha fuerza, causa por lo tanto el deslizamiento de la tierra. Por eso las precipitaciones intensas, el crecimiento del agua subterránea, el deshielo y la erosión que produce una corriente pueden derivar en un deslave.
El deslave es, en definitiva, un deslizamiento: una masa de terreno (que se considera inestable) se desplaza sobre otra (la denominada estable) por medio de una superficie de escaso espesor. Para que se produzca el deslave, la tensión tangencial de las franjas de terreno debe alcanzar su valor máximo en cada uno de sus puntos. Se conoce con el nombre de tensión tangencial o cortante a la que actúa tangente a un plano dado.
Algunos deslaves consisten en corrimientos de lodo; estos flujos se dan sobre todo en zonas con frecuentes lluvias y suelen cubrir superficies considerables. Cuando un terreno arcilloso entra en contacto con el agua, actúa de modo similar a cuando alcanza el límite líquido (el porcentaje de agua que contiene el suelo seco y que delimita la transición entre sus estados líquido y plástico; la menor cantidad de humedad para que un suelo fluya por vibración) y su movimiento es más lento que el de un deslizamiento.
El deslave de lodo tiene lugar en pendientes de poco tamaño, pero el volumen suele ser considerable. Su repercusión en la zona de influencia depende de las características estratigráficas del sitio en el cual tiene lugar el fenómeno (la disposición de sus rocas sedimentarias), algo que afecta también el espesor del corrimiento.
Existen, en definitiva, causas morfológicas y geológicas que causan los deslaves, mientras que la actividad del ser humano también puede incidir en ellos. Aunque no pueden evitarse ya que responden a fuerzas físicas, sus daños pueden prevenirse o minimizarse a través de obras de ingeniería. Los deslaves relacionados con las épocas de lluvias son muy regulares en ciertas partes del mundo, como ser el estado de California, en Norte América.