Antes de entrar de lleno en el significado del término diminutivo, vamos a proceder a conocer su origen etimológico. En este caso, podemos subrayar que se trata de una palabra que deriva del latín, exactamente de “diminutivus”, que puede traducirse como “relativo a hacer pequeño”. Una palabra esa que se formó a partir de la suma de tres componentes:
-El prefijo “de-”, que se usa para indicar “dirección de arriba hacia abajo”.
-El verbo “minuere”, que significa “hacer más pequeño”.
-El sufijo “-tivo”, que se emplea para indicar acción directa o indirecta.
Diminutivo es aquello que puede hacer que algo disminuya o se reduzca. El término suele emplearse en el terreno de la gramática para calificar a un sufijo que refleja la desvalorización o la disminución de lo denotado por la palabra a la cual se vincula. También se llama diminutivo al concepto que se crea con un sufijo de este tipo.
Recordemos que un sufijo es un afijo: un morfema que altera las propiedades gramaticales de una base léxica. Se trata específicamente del afijo se ubica después de la base.
El sufijo diminutivo puede utilizarse cuando se pretende minimizar la importancia o el tamaño de algo. Por ejemplo: “Estoy tratando de resolver un problemita en la oficina pero no te preocupes, no es nada complicado”, “Cuando me caí me hice un rasponcito en la pierna”, “Anoche solo comí un trocito de pastel”.
Como se puede advertir en los ejemplos mencionados, “problemita”, “rasponcito” y “trocito” son diminutivos de problema, raspón y trozo, respectivamente. Un “problemita” es un problema que no resulta grave, mientras que un “rasponcito” es un raspón superficial o de poca magnitud. Un “trocito”, por su parte, es un trozo pequeño.
De la misma manera, no podemos pasar por alto que los diminutivos se utilizan de forma habitual con los nombres propios de persona. En concreto, esto suele suceder cuando en una familia hay varias personas con el mismo nombre y es que así se puede conseguir identificarlos. Un ejemplo sería si el padre se llama Antonio y su hijo también. En ese caso, puede recurrirse a llamar al adulto Antonio y al pequeño Antoñito.
El diminutivo también puede reflejar cariño o simpatía: “¡Hola, gordito! ¿Cómo estás? Tenía muchas ganas de verte”, “Mira qué hermoso perrito”, “Eres un hombrecito muy responsable”.
Cabe destacar que, en algunos casos, el diminutivo incluso puede usarse de manera peyorativa o despectiva: “¿Vas dedicar mucho tiempo más al arreglo de tu pelito? Se nos hace tarde…”, “Mañana vamos a jugar contra un equipito del interior cuyo nombre no recuerdo”.
Además hay que establecer que en castellano los diminutivos más habituales son los que se forman utilizando las terminaciones o sufijos “-ito” o “-ita”. No obstante, eso no quita para que también existan otras terminaciones que logran el mismo objetivo como son “-in”, “-ina”, “-illo”, “-illa”; “-ico”, “-ica, “-uco”, “-uca”…
Ejemplos con esos diminutivos son palabras tales como pajarillo, niñina, besín, chupetillo, vestidico…