El vocablo latino elementum llegó al castellano como elemento. Así se denomina a aquello que integra o constituye algo. Natural, por su parte, es lo vinculado a la naturaleza (en oposición a lo artificial o a lo sobrenatural).
La noción de elementos naturales refiere a distintas cuestiones de acuerdo al contexto. En la antigüedad aludía a cuatro elementos que se vinculaban a los posibles estados de la materia: fuego (plasma), agua (líquido), aire (gas) y tierra (sólido).
Los cuatro elementos naturales clásicos
Estos cuatro elementos naturales fueron el punto de partida para el desarrollo de los cuatro humores que, según Hipócrates, constituían las sustancias básicas del organismo: sangre, flema, bilis y bilis negra.
En el marco de la astrología, este concepto se usa desde la Antigüedad, aprovechando los cuatro elementos naturales para llevar a cabo técnicas de cálculo e interpretación en la elaboración de la carta astral (también se denomina carta natal, y se trata de un diagrama que muestra las posiciones de los planetas tomando la Tierra como punto central en un momento específico en el tiempo).
El éter
Es importante hablar del éter, el quinto elemento natural según ciertas creencias y teorías, que la ciencia considera obsoletas. Los que lo incluyen en este grupo lo describen como una sustancia de extrema ligereza que ocupa todo el espacio en forma de fluido.
Este concepto se puede encontrar en la teoría del filósofo griego Aristóteles, así como en documentos de finales del siglo XIX relacionados con la teoría electromagnética.
Elementos naturales, esoterismo y ocultismo
El filósofo francés Pierre A. Riffard, quien se especializa en el campo del esoterismo, es el autor de Diccionario de esoterismo, un libro que fue traducido al español en el año 1983. Allí se describen dos órdenes para los elementos naturales: el estratigráfico (tierra, agua, aire, fuego y éter) y el genérico (éter, fuego, aire, agua y tierra).
El ocultismo también se interesa por los elementos naturales. Por ejemplo, algunos de sus sectores relacionan los cuatro elementos que se representan en la esfinge egipcia con la astrología babilónica (el conjunto de métodos y teorías de tipo astronómico que se desarrollaron en la antigua Mesopotamia). Trazan una correspondencia entre cuatro signos del zodiaco y las partes de la esfinge: Acuario (el agua), Escorpio (el aire), Leo (el fuego) y Tauro (la tierra) se relacionan con el rostro humano, las alas, las garras y las patas, respectivamente.
En la literatura de Europa, sobre todo en el teatro del Barroco, existen numerosos pasajes en los cuales se mencionan los elementos naturales. Dos claros ejemplos se dan en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, y en Hamlet, de Shakespeare.
Productos nacidos espontáneamente, sin intervención humana
La idea de elementos naturales, por otra parte, puede relacionarse a lo que produce la naturaleza de forma espontánea, sin intervención del hombre. Los astros, las plantas y los minerales, por ejemplo, pueden considerarse como elementos naturales.
En el contexto de la economía, la expresión tiene una acepción similar. Los elementos naturales son productos que no son fabricados por el ser humano, como la fauna y la flora. Cuando una persona interviene en la producción (como en el caso de un animal clonado en un laboratorio), el elemento ya deja de ser calificado como natural.
Una flor que crece espontáneamente en un médano cerca del mar es un elemento natural, al igual que el río que incrementa su caudal gracias a la lluvia y las rocas que se encuentran en una montaña. En cambio, un televisor, un automóvil y una mesa no son elementos naturales. En muchas ocasiones, los productos surgen a partir de un elemento natural que es transformado por el hombre: una camisa de algodón, una silla de madera, etc.