La etimología de epifito nos lleva al latín científico epiphytus, que a su vez procede de la lengua griega: epi- (“sobre-”) y phytón (que se traduce como “planta”). El término también puede mencionarse como epífito, con acento en la primera letra I.
Un vegetal epifito es aquel que se desarrolla sobre otra planta, aunque no se alimenta de esta. Esto quiere decir que los epifitos utilizan a otra especie como soporte pero sin parasitarla en cuanto a la nutrición.
Las plantas epifitas pueden ser calificadas como aéreas: sus raíces no se fijan al suelo, sino que se desarrollan en huecos o recodos de los árboles o de otros tipos de ejemplares de la flora. Cuando la planta comienza su vida como epifita y más adelante se fija al suelo, o cuando empieza su existencia enraizando en la superficie y después se vuelve epifita, recibe la calificación de hemiepífita.
Es importante mencionar que las plantas epifitas realizan la fotosíntesis. Sus raíces, por otra parte, captan el agua de la lluvia y la humedad ambiental que permiten su supervivencia. Al crecer en las alturas, los vegetales epifitos suelen resultar inalcanzables para muchos animales herbívoros terrestres y se encuentran en condiciones de perdurar en bosques cerrados cuya arboleda impide la llegada de los rayos solares al suelo.
Se estima que hay cerca de veinticinco mil especies de plantas epifitas y que su forma de vida surgió en más de una ocasión en la historia evolutiva de los vegetales. Entre las más conocidas se encuentran los musgos. Por lo general se hallan en regiones húmedas y en zonas costeras. Hay musgos que, en lugar de usar otras plantas como soportes, se sostienen en paredes, monumentos y otros objetos.
Se encuentran en los árboles con troncos de tipo retorcido, en particular en los robles. Dado que los musgos no requieren grandes cuidados, resisten situaciones extremas. Además, cumple funciones de gran importancia para el suelo, ya que lo protege del frío extremo, conserva e incrementa su porosidad y su permeabilidad. Todo esto enriquece la tierra para otras plantas.
La mayor cantidad de especies de plantas epifitas la encontramos dentro de la familia de las orquídeas, donde hay más de dos decenas de géneros de epifitas tropicales. Uno de los aspectos de estas plantas que podemos apreciar a simple vista es su belleza y la diversidad de sus flores. Con respecto a su alimentación, tanto al agua como a los nutrientes, tampoco es muy exigente.
Por estas razones, las orquídeas son las preferidas de la mayoría de los jardineros en todo el mundo. Como dato curioso, sus sistemas de polinización poseen una complejidad considerable.
Existen, por otra parte, las plantas parásitas, que a veces se confunden con las epifitas. Si bien ambas se desarrollan sobre otra, las primeras usan las sustancias de sus huéspedes para alimentarse y obtener los nutrientes que necesitan, causándoles problemas de variada gravedad. Esto lo consiguen gracias a su haustorio, una raíz modificada que se inyecta en el floema o xilema de la otra planta. En la actualidad son más de cuatro mil las especies de plantas parásitas que han sido catalogadas.
Otras plantas que también se confunden con las epifitas son las trepadoras. Así como en el caso anterior, esta dupla tiene en común el uso de una segunda planta; sin embargo, mientras que las epifitas viven «de forma aérea», las trepadoras se originan en la tierra. A medida que se desarrollan, se colocan en un árbol para alcanzar la luz del sol y mantenerse lejos de los depredadores, además de aislarse del exceso de humedad que les daría el contacto directo con el suelo.