Definición de

Ética de la virtud

Interés colectivo

La ética de la virtud contribuye al bien común.

La ética de la virtud es un enfoque filosófico que promueve el desarrollo de una vida guiada por principios morales. De acuerdo a esta visión, las personas deben adoptar preceptos que le permitan actuar de manera honorable y, de esta forma, alcanzar la felicidad.

Es importante indicar que el concepto de ética, como sustantivo, refiere al conjunto de las pautas de carácter moral que orientan el accionar de un individuo. Como adjetivo alude a aquello que es recto, justo o íntegro. La virtud, en tanto, es la disposición del ser humano para proceder según ideales como la justicia o el bien. El término puede hacer mención a un acto puro, honesto o bueno.

De acuerdo a la mirada de la ética de la virtud, la virtud se adquiere mediante la práctica. Así, si la persona adopta hábitos virtuosos y se comporta con integridad, honestidad, bondad y empatía, termina decidiendo correctamente ante dilemas éticos.

Características de la ética de la virtud

Se considera a Aristóteles como el padre de la ética de la virtud. En su obra «Ética nicomaquea», que desarrolló en el siglo IV a. C., destaca la importancia de las costumbres para vivir de forma correcta (es decir, conforme a la moral). Para este filósofo, el hábito de obrar correctamente construye la virtud. Siguiendo con su razonamiento, son las virtudes procedentes del alma racional las que permiten que una persona sea feliz.

Por eso para Aristóteles una vida virtuosa, ejerciendo las facultades del alma en sintonía con lo correcto, es el camino a la eudaimonia (la felicidad, el bienestar mayor). La virtud, en este marco, consiste en actuar con raciocinio para hacer el bien.

Hay que subrayar que el filósofo de la Antigua Grecia sostenía que la ética no implicaba solamente un conocimiento teórico (o sea, saber qué es actuar bien), sino que principalmente residía en la práctica (actuar bien realizando acciones virtuosas). En resumen, no alcanza con conocer el bien, hay que hacerlo.

La ética de la virtud, en definitiva, convoca a obrar de acuerdo a motivaciones internas surgidas del alma racional. Las prácticas virtuosas hacen posible el comportamiento ético y motorizan la felicidad.

La prudencia, la templanza, la compasión, la generosidad, el altruismo, el respeto y la humildad están entre las virtudes éticas. Aquel cuya conducta se basa en ese tipo de valores es un sujeto virtuoso.

Duda ética

Ante un dilema moral, la ética de la virtud ayuda a tomar una decisión correcta.

La filosofía de Aristóteles

Si bien la ética de la virtud tiene sus raíces en la obra de Platón, fue Aristóteles quien profundizó en ella. Por eso resulta clave analizar el pensamiento de este autor para comprender la noción de una manera más precisa.

Ya Sócrates -a quien Platón seguía- había hecho referencia a la virtud, vinculándola al conocimiento: para hacer lo correcto, hay que conocerlo. Luego Platón continuó con esa línea, asociando la virtud a la sabiduría y a la armonía.

Una de las innovaciones que introdujo más adelante Aristóteles fue relacionar la virtud con la acción. Aristóteles afirmaba que existían las virtudes intelectuales y las virtudes éticas. Actuar según la capacidad de razonar es el modo de forjar una vida virtuosa y, por consiguiente, feliz.

Aristóteles también hacía hincapié en la importancia del justo medio. Así, para él una virtud moral era el punto intermedio entre dos extremos o vicios (la deficiencia y el exceso). De esta forma la virtuosidad tiene que ver con el equilibrio. Como ya indicamos, las virtudes se adquieren de forma voluntaria a partir de la repetición de acciones buenas y del aprendizaje.

Virtudes

La ética de la virtud promueve la acción virtuosa.

La ética de la virtud a lo largo de la historia

Sócrates, Platón y Aristóteles compartieron la voluntad de pensar qué características hacen que un individuo sea «bueno». Más allá de las diferencias, los tres coincidieron en señalar a las virtudes como responsables de dicha consideración.

La ética de la virtud, tal como mencionamos, consiste en actuar de acuerdo a reglas morales (internas). La aparición del cristianismo supuso un alejamiento de dicha forma de pensar. Para los cristianos, actuar «bien» es seguir los mandatos de Dios.

Tras el Renacimiento, la voluntad de Dios pasó a un segundo plano y se impuso la ley moral derivada de la razón. Así se desarrolló un sistema normativo que indicaba qué era lo «bueno». La actuación correcta, en este contexto, se sustentaba en respetar ese reglamento.

Esta filosofía posrenacentista centraba su mirada en la inquietud del individuo respecto a qué debía hacer. Hay filósofos que creen que es necesario recuperar la ética de la virtud: pasar a preguntarse cómo deben ser las personas (y no qué deben hacer) y retomar la centralidad de las virtudes.

La cuestión de la imparcialidad

La imparcialidad es una cuestión que suele aparecer cuando se aborda todo aquello que está relacionado con la moral. Hay corrientes que ubican a todos los seres humanos en un plano de igualdad en cuanto a lo moral, lo que implica que al actuar se le debe atribuir idéntica importancia a los intereses y las necesidades de cada persona.

Sin embargo, la realidad es diferente. Un hombre se preocupa por sus amigos y familiares de una manera distinta respecto a los desconocidos. Esa imparcialidad, no obstante, no se considera negativa, aún cuando muchas teorías de la filosofía moral no puedan ofrecer una explicación al respecto. Puede afirmarse que hay virtudes parciales y otras imparciales ya que tienen distinta naturaleza.
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Cómo citar este artículo Julián Pérez PortoPublicado por Julián Pérez Porto, el 16 de enero de 2025. Ética de la virtud - Qué es, definición, características e historia. Disponible en https://definicion.de/etica-de-la-virtud/
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