La etimología de examinar nos lleva al vocablo latino examināre. El término refiere a investigar o analizar algo con detenimiento. Por ejemplo: “Antes de permitir el reingreso de la gente al edificio, los ingenieros se encargarán de examinar la estructura para determinar si es segura o no”, “Voy a examinar todos los documentos y luego tomaré una decisión”, “El gobierno se comprometió a examinar el pedido de los trabajadores rurales”.
La acción de examinar se lleva a cabo para conocer detalles o para saber con precisión características o cualidades. No es lo mismo ver un automóvil que examinarlo: una persona ve un vehículo cuando lo detecta con su visión. Examinar el coche en cuestión, en cambio, requiere observarlo de manera atenta, fijarse en su motor, estudiar la carrocería, etc. Si alguien se propone comprar un auto, antes de decidir la adquisición probablemente lo examine.
Un examen es una herramienta que permite examinar los conocimientos o la condición de alguien. Un docente le toma examen a un alumno para evaluar si estudió y asimiló determinados contenidos. Un médico, por su parte, puede examinar a un paciente que dice sentirse mal para tratar de descubrir cuál es la causa de ese malestar.
En muchos contextos, examinar es un acto que resulta imprescindible. Un investigador que pretende resolver un asesinato debe examinar la escena del crimen para recoger las pruebas que le permitan hallar al responsable, por citar un caso. Asimismo, un abogado tiene que examinar la documentación que le acerca la víctima de una estafa para determinar cuál es la mejor estrategia a seguir.
Existen varios matices que diferencian la acción examinar de mirar u observar, entre otras que pueden estar relacionadas según el contexto. Como se menciona anteriormente, todo comienza con el verbo ver, que realizamos de forma involuntaria con nuestros ojos siempre que los tengamos abiertos y que haya una fuente de luz suficiente: captamos imágenes constantemente, independientemente de que las entendamos o nos interesen. Por otro lado, si deseamos usar nuestra vista de manera voluntaria, entran en juego las otras dos acciones.
Mirar es la primera que surge luego de ver, si las agrupamos según el grado de conocimiento o comprensión necesario para realizarlas; por ejemplo: vemos un objeto que no conocemos o un texto que no podemos leer y decidimos mirarlo durante unos segundos porque nos llama la atención. Sin embargo, si ya contamos con algunas herramientas para entenderlo, entonces es probable que lo observemos, es decir que lo sigamos con la vista durante más tiempo y con un mayor detenimiento.
En el punto más alto de esta escala llega examinar, una acción que llevamos a cabo si nos creemos capaces de hacer algo con sus resultados, para lo cual es necesario un conocimiento previo. En los ejemplos anteriores se habla de profesionales que examinan casos o propuestas para decidir su plan de acción, de maestros que ponen a prueba a sus alumnos para saber si han incorporado los conocimientos que les han impartido, de empresarios que evalúan las aptitudes de los postulantes a un puesto determinado y de detectives que estudian detenidamente las pistas de un caso para dar con una explicación lógica.
Esta acción también se utiliza en el ámbito de los videojuegos de aventuras, un género en el cual es muy importante conocer en detalle los escenarios y los objetos que nos vamos encontrando a lo largo de la historia. En estos títulos, es común que el personaje principal pueda realizar una serie de acciones propias de la vida real, y «examinar» es una de las más comunes, ya que es a partir de ellas que el jugador puede decidir su siguiente paso.