El recorrido etimológico de éxtasis se inicia en éktasis, un vocablo griego que pasó al latín antes de llegar a nuestro idioma. La primera acepción mencionada por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) hace alusión al estado de bienestar y placer que alcanza una persona a partir de ciertas emociones o estímulos.
Por ejemplo: «La afición entró en éxtasis con el tercer gol del conjunto local», «El niño observaba en éxtasis el inmenso mar», «Para mí, el éxtasis es leer un buen libro mientras bebo un rico café y como chocolate».
El éxtasis se asocia a la plenitud. En ocasiones, se habla del orgasmo como el éxtasis sexual: en este caso, el éxtasis se caracteriza por las contracciones musculares en la zona pélvica que provocan un goce intenso.
En el ámbito de la religión, el éxtasis se vincula a la unión mística que se logra con Dios. El individuo que alcanza el éxtasis experimenta una suspensión de los sentidos y alcanza una comunión con lo divino.
También se llama éxtasis a una droga que se produce de forma sintética en laboratorios cuyo nombre científico es metilendioximetanfetamina. Con efectos afrodisíacos y alucinógenos, el éxtasis provoca euforia e hiperactividad, dilatando las pupilas e incrementando la tensión de los músculos.
Aunque nació con finalidad terapéutica para el tratamiento de enfermedades mentales, en los años ’70 comenzó a usarse como droga recreativa y de ocio. En la mayoría de los países, la posesión de éxtasis se encuentra penada por la ley.
El consumo de éxtasis hace que se incrementen el ritmo cardíaco y la presión arterial y puede generar cuadros de depresión y paranoia. Una sobredosis, además, puede causar hemorragias intracraneales, problemas respiratorios e insuficiencia renal, entre otros trastornos.
Los efectos que causa el éxtasis se pueden dividir en dos grupos: los agudos y los subagudos. En el primer grupo encontramos una serie de sensaciones que se asocian con una suerte de «embriaguez», y que comienzan aproximadamente tres cuartos de hora después de la primera dosis: aumento de la extroversión, sensación de bienestar muy acentuada, mayor empatía hacia el entorno y una particular calidez emocional, que conduce a la conversación acerca de recuerdos atesorados de manera muy susceptible.
Otro de los efectos agudos característicos del consumo de éxtasis es un aumento de la percepción sensorial, algo que en gran parte se relaciona con el propio nombre de la droga. Existen también efectos agudos que podemos considerar secundarios, aunque no precisamente por no tener consecuencias graves. Por ejemplo, la hipertensión (aumento de la presión arterial por encima de los valores normales), los ataques de pánico, los mareos y desmayos, las convulsiones y la pérdida del conocimiento suelen surgir tras una sobredosis que, en los casos más graves, incluso puede causar la muerte.
Dado que el éxtasis tiene propiedades estimulantes y que su consumo suele tener lugar en situaciones tales como fiestas o reuniones donde la persona ya se encuentra en movimiento, es común que surja otro efecto agudo secundario: un incremento importante de la temperatura corporal, lo que se conoce como hipertermia.
Los efectos subagudos del éxtasis se asocian con un consumo de tipo recreativo caracterizado por períodos de abstinencia intercalados con «atracones». Entre los síntomas típicos de esta relación con la droga se encuentran la arritmia (la irregularidad en los latidos del corazón), las lesiones en el corazón, la pérdida de memoria, la depresión, los trastornos de atención, la irritabilidad, la ansiedad y la agresividad. Si bien las consecuencias varían según las características de la personalidad de cada individuo, aquellas que hacen referencia al deterioro físico y mental suelen darse en un gran porcentaje de casos.