La noción de galope alude a la marcha de un equino que alcanza una mayor velocidad que el trote. El caballo, al galopar, se desplaza mediante saltos y, en ciertos momentos de su avance, queda con todas sus patas en el aire (es decir, sin apoyo en el suelo).
Si el animal avanza de forma acompasada y sin conseguir una gran velocidad, se habla de galope sostenido o medio galope. En cambio, cuando alcanza su velocidad máxima al correr, se trata de un galope tendido.
El galope, en definitiva, es un aire: una manera de caminar del cuadrúpedo que se suele domar. Si bien esta acepción del término aire no es muy común fuera del ámbito de los profesionales de las carreras y la doma, está aceptada por el diccionario de la Real Academia Española, y de hecho incluye en su significado a todos los solípedos (los animales que poseen un solo dedo con una uña que se denomina casco) además de otros cuadrúpedos que el ser humano acostumbre domar para usarlos como medio de transporte.
Este aire tiene diferentes tiempos y su velocidad depende de las características del caballo. Los animales de carreras, por ejemplo, pueden realizar un galope mucho más rápido que otros caballos que no están preparados para la competición.
El aire más lento del caballo es el paso, que puede desarrollarse como paso libre, medio, reunido o largo. En este caso, siempre quedan dos cascos en el suelo simultáneamente. Si el animal incrementa la velocidad, comienza a trotar. Existe el trote de trabajo, el trote reunido, el trote medio y el trote largo. El siguiente aire, al aumentar nuevamente la velocidad, es el galope. A diferencia de los otros aires, en el galope se produce la pausa, tal como se conoce al momento en el cual el animal cuenta con los cuatro cascos en el aire.
Para muchos amantes de la equitación, el galope es el aire que más belleza desprende, tanto por la fluidez de los movimientos del caballo como por la experiencia de quien lo monta. En parte se debe al dinamismo con el cual el caballo eleva sus cascos del suelo y al ritmo constante con el cual se desplaza por el terreno, dos características del galope que lo hacen parecer una danza en la cual ninguna de las dos partes debe realizar ningún esfuerzo. De hecho, hay quienes lo comparan con la sensación de volar.
Esto no quiere decir que sea sencillo conseguir un buen galope. Dada la secuencia de pasos de este aire, a los caballos les toma tiempo y práctica dominarlo y ejecutarlo con naturalidad. Entre los puntos a resolver se encuentran la fuerza muscular, la resistencia, el equilibrio y la coordinación.
Es importante señalar que el galope exige al caballo el estiramiento del músculo dorsal, lo cual deriva en que se agite. Por otro lado, también debe realizar un movimiento particular con la cabeza para mantener el equilibrio que no puede lograr si no se encuentra relajado.
Para el jinete, resulta especialmente difícil pasar del trote al galope. Lo primero que debe conseguir es relajarse y aprender a controlar al caballo. Los estribos deben estar bien ajustados para que el jinete pueda pararse con firmeza. Luego de trotar durante unos minutos, debe aumentar la velocidad gradualmente y dejarse llevar por la física, para que su cuerpo ondee y no se quede aferrado a la silla.
Las expresiones “a galope”, “al galope” o “de galope”, por otra parte, alude a una acción que se lleva a cabo aceleradamente. Por ejemplo: “El frente de tormentas se acerca a nuestra ciudad al galope”, “Este gobernante se enriqueció a galope de actos corruptos”, “No podemos concretar un negocio tan grande al galope”.