La noción de gasto alude al acto de gastar. Este verbo, a su vez, suele asociarse al dinero, aunque también puede referirse a «usar o consumir algo». Energético, por su parte, es aquello vinculado a la energía: la capacidad para llevar a cabo un trabajo.
La noción de gasto energético se emplea con referencia a la cantidad de energía que el organismo necesita para desarrollar sus actividades y funciones. Dicha cantidad, medida en calorías, se calcula según el uso de la energía que se halla conservada en los enlaces químicos de los nutrientes.
El organismo lleva adelante numerosas acciones de manera constante: desde formar y reparar tejidos hasta digerir los alimentos, pasando por la respiración, la conducción de los impulsos nerviosos y el sostenimiento de la temperatura corporal. Todos estos procesos requieren de energía para concretarse. El gasto energético es esa energía que el organismo demanda para funcionar correctamente.
Hay, por lo tanto, un requerimiento energético que debe ser satisfecho a través de la alimentación para que el organismo pueda concretar así el gasto energético necesario. Esto quiere decir que las personas, para lograr que su organismo funcione bien, deben ingerir alimentos que les proporcionen energía.
A la diferencia entre el requerimiento energético (que se determina según el gasto energético) y la ingesta energética (que se concreta mediante la alimentación) se la denomina balance energético, que puede ser negativo (la energía no alcanza), neutro (el gasto y la ingesta de energía son iguales) o positivo (se ingiere una cantidad de energía mayor a la que se gasta).
El balance energético debe ser neutro para que el cuerpo pueda desarrollarse en equilibrio; dicho en otras palabras, debe consumir la misma cantidad de energía que utiliza. Es importante entender que nuestro organismo lleva a cabo un gasto energético constante, para todas sus actividades, aunque a simple vista no lo parezca.
Entre los fenómenos mediante los cuales el cuerpo del ser humano gasta su energía se destacan los siguientes tres: la actividad física voluntaria; el efecto térmico de los alimentos (que se abrevia ETA); el gasto que realizamos en estado de reposo (GER). Salvo en los casos de personas considerablemente activas, la porción del gasto energético total (es decir, del GET) más alta es la que tiene lugar durante el reposo.
Existe, por otro lado, el concepto de metabolismo basal, que a menudo se menciona en el mismo contexto de gasto energético. Otro nombre por el que se lo conoce es gasto metabólico basal, y se trata de un proceso que tiene una relación directa con la masa celular activa, o sea con la cantidad y las dimensiones de las células activas que tiene un organismo.
En cada individuo, el valor de la masa celular activa es diferente de acuerdo con su edad, con la fase de su crecimiento y con las características de su cuerpo (la composición y el tamaño). La energía que se usa durante este proceso se destina a otros tres: la mitad se aprovecha para el metabolismo de las células; un 40%, para la síntesis molecular (especialmente de proteínas); el 10% restante sirve para el trabajo mecánico interno, donde se incluyen la contracción del corazón y la acción de los músculos respiratorios.
A menudo se confunden los conceptos de gasto energético en reposo y tasa metabólica basal, pero existe una clara diferencia entre ellos, que gira en torno a su medición: el primero se mide pasado un mínimo de 3 horas de la última comida, en cualquier momento del día; la segunda, en cambio, por la mañana, en un estado de absoluta relajación física y mental, alrededor de 10 horas después de la última comida.