La grafopeya es una figura literaria que se utiliza para describir físicamente a un personaje. Por lo general se complementa con la etopeya, consistente en la descripción psicológica de los personajes.
Rasgos físicos
A través de la grafopeya, por lo tanto, se enumeran los rasgos físicos. Por ejemplo: “El detective era un hombre bajo y obeso, de unos 45 años de edad. Sobre su rostro caían mechones de cabello colorado, mientras que un bigote tupido del mismo color ocultaba su boca”.
Como se puede advertir, esta grafopeya hace alusión a la altura y a la contextura de un personaje. También menciona cuestiones de su cabellera y de su rostro. Todo esto puede parecer superficial en ciertos contextos, pero también es esencial en otros donde la apariencia física juegue un papel importante en la integración del personaje en su entorno, por ejemplo, y no represente una referencia caprichosa a sus formas y colores.
No importa cuánto nos esforcemos por luchar contra los prejuicios, nuestro cuerpo es lo primero que ven los demás y, por lo tanto, lo primero que juzgan. Incluso si se hace sin malicia o racismo, el cerebro recibe la imagen y no puede evitar analizarla, determinar si la persona es agradable o no para sus propios parámetros, si es alta o baja, si tiene mucho cabello y si su color de piel se parece al propio. Por esta razón la literatura a veces recurre a la grafopeya a la hora de presentar a un personaje.
Claro que, a diferencia de la vida real, la ficción puede dejar de lado el aspecto material de las cosas y los seres vivos, evitar la grafopeya completamente y centrarse en el aspecto interior de los personajes. Sin embargo, incluso al leer una obra de este tipo nuestra mente no podría dejar de preguntarse cómo se ven, cómo visten, cómo hablan. También existe otra posibilidad, más común, que consiste en aprovechar lo que ofrecen la grafopeya y la etopeya, u otras figuras literarias, combinados.
Con la etopeya
Supongamos que un escritor describe al protagonista de un cuento de la siguiente forma: “Marlon era un joven tranquilo y feliz. Sus ojos celestes transmitían serenidad. Aunque debido a su estatura siempre sobresalía, él prefería pasar desapercibido”. En este caso, la grafopeya y la etopeya se combinan, ya que hay referencias a características físicas (el color de los ojos, la estatura) y psicológicas (la tranquilidad, la felicidad).
A diferencia del extremismo antes expuesto, que consistía únicamente en describir el exterior o el interior de un personaje, combinando ambas figuras se puede lograr un equilibrio más parecido al que experimentamos de manera espontánea en nuestra vida cotidiana. Comenzamos por la percepción del cuerpo y de su relación con el mundo material que lo rodea, y seguimos por el alma, el carácter, la energía que nos transmite el otro al sonreír, al hablar, la profunidad que notamos en su mirada. De este modo, fusionando la tangible y lo invisible, es que conocemos a los demás, y almacenamos nuestra propia versión de ellos, tan imprecisa como única.
Por sí sola, la grafopeya no es suficiente para conocer a un personaje en profundidad. Se necesitan datos sobre su condición moral o su psiquis para que el retrato sea completo, de lo contrario se limitaría a una mirada superficial. Esto hace que los escritores suelan usar tanto la grafopeya como otros recursos en sus textos.
La preponderancia de la grafopeya o de otra figura literaria, de todas maneras, es decisión de cada autor. Lo importante es que la obra logre transmitir lo que su creador pretende y que ninguna de las figuras literarias parezca haber sido usada por capricho, sino que tenga un sentido.