El vocablo griego hēmikýklion derivó en el latín hemicyclĭum, que llegó al francés como hémicycle. A nuestro idioma, la noción arribó como hemiciclo: así se denomina a la mitad de una circunferencia o un círculo.
A aquello dispuesto de manera semicircular o que tiene forma de semicírculo se lo llama hemiciclo. Por ejemplo, puede tratarse de un espacio arquitectónico con las características mencionadas.
El concepto de espacio arquitectónico se define como un entorno que forma parte de una construcción realizada por el ser humano, como ser un edificio o un parque. Para su existencia son necesarios los elementos arquitectónicos, es decir las partes de una obra de arquitectura que cumplen funciones decorativas o estructurales, entre otras (puede decirse que el elemento arquitectónico es a la palabra como el lenguaje arquitectónico es al texto).
Para potenciar el espacio arquitectónico, es posible configurar el entorno (esto se relaciona con el concepto de urbanismo) o bien recreándolo (como ocurre con las artes decorativas). El hemiciclo es un espacio arquitectónico en tanto pertenece a una obra de mayor tamaño, como ser un estadio.
Los hemiciclos muchas veces son salas o lugares semicirculares que presentan gradas. Esta forma de organizar el espacio ayuda a que las personas que se ubican en las gradas puedan ver qué ocurre en el centro, donde suele ubicarse un escenario.
Los teatros de la Antigua Grecia que se construyeron entre el siglo V y el siglo III antes de Cristo solían ser hemiciclos. Se levantaban en laderas de montañas para facilitar la vista, desarrollando el koilon (el conjunto de las gradas) en altura. La forma semicircular garantizaba una buena visión y también una acústica adecuada.
Precisamente, cuando un arquitecto escoge el hemiciclo para darle forma a un espacio dentro de una obra no siempre lo hace por cuestiones estéticas, estilísticas o simbólicas, sino que en general persigue un objetivo práctico, como ser que todos los visitantes gocen de una percepción óptima de un determinado acto público.
Si hablamos de una construcción arquitectónica con forma cóncava, no podemos dejar de mencionar las siguientes dos:
* la Plaza del Plebiscito: se encuentra en Nápoles, Italia, en el centro de la ciudad. Abarca unos 25 mil metros cuadrados y a ella se asoman varios de los edificios más emblemáticos del lugar, como ser el Palacio Real, el Palacio Salerno, la Basílica de San Francisco de Paula y el Palacio de la Prefectura;
* la Plaza de la República: es uno de los puntos más característicos de Roma. Se sitúa cerca de la estación ferroviaria de Roma Termini, la más importante de la ciudad y una de las más relevantes de todo el continente. No muy lejos también podemos hallar la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires. La Plaza de la República es un nudo fundamental en la comunicación de la ciudad, ya que por ella pasa una carretera que une la estación central con la de Plaza Venecia.
Es habitual que las cámaras legislativas también sean hemiciclos. Incluso la representación gráfica de la conformación de una cámara determinada suele ser un hemiciclo. Por extensión, se llama coloquialmente hemiciclo a un parlamento o una legislatura.
Por ejemplo: “La oposición abandonó el hemiciclo y no se pudo votar el proyecto presentado por el oficialismo”, “Creo que la sociedad logró llevar el debate al hemiciclo gracias a la fuerte presión que ejerció en las calles”, “Todavía es pronto para saber cómo se repartirán los escaños en el hemiciclo”.
Hacer que un espacio se constituya como un hemiciclo, en definitiva, suele ser una decisión vinculada a la práctica. Sin embargo, el hemiciclo puede deberse a razones estéticas o hasta simbólicas.
