El término impacto, que procede del latín tardío impactus, tiene varios usos. En esta oportunidad vamos a centrarnos en su acepción como el efecto emocional o simbólico que produce un hecho o un suceso.
Social, por su parte, es aquello vinculado a la sociedad. Así se denomina a la agrupación de individuos que conviven en un mismo espacio y deben respetar diversas normas comunes.
Con estas ideas en claro, podemos avanzar con la definición de impacto social. Se trata del resultado o la consecuencia de una determinada acción en una comunidad.
El impacto social producido por las empresas
El concepto suele emplearse en el terreno corporativo para nombrar a los efectos que producen las actividades desarrolladas por una empresa. Independientemente de su funcionamiento interno, con sus ingresos, ganancias, etc., las compañías provocan con su trabajo cotidiano múltiples consecuencias.
El impacto social, en este marco, es la huella dejada por una empresa en la comunidad en la cual se encuentra integrada. Supongamos que un fabricante de calzado cuenta con 200 empleados en un pueblo de 800 habitantes. Si toma la decisión de despedir al 50% de su plantilla, la medida tendrá un impacto social muy negativo en la localidad.
Efecto de las medidas gubernamentales
Las decisiones de un gobierno también generan impacto social. Si las autoridades de un país anuncian la eliminación de los subsidios a los servicios públicos y las tarifas aumentan más del 100% de un mes a otro, dicha medida tiene un gran impacto social ya que modifica las finanzas de los ciudadanos. Ante los aumentos, es probable que la población empiece a protestar y les haga saber su descontento a los gobernantes.
En estos dos ejemplos se aprecian los varios matices del impacto social que puede tener una medida tan negativa como el despido masivo de empleados o el aumento excesivo de las tarifas. En primer lugar, podemos ver las consecuencias materiales, que están relacionadas con el descenso del capital personal, la contracción de deudas para hacer frente a las obligaciones que hasta el momento los ciudadanos cubrían con sus salarios o incluso la pérdida de sus viviendas.
Si bien dichas consecuencias son las más evidentes, ya que también se registran en ámbitos ajenos a los de las propias víctimas, no debemos olvidar las marcas que el impacto social de una medida injusta deja en el plano emocional. Una persona que se queda sin trabajo de un día para el otro, sin previo aviso, después de haber dedicado gran parte de su vida a una misma empresa de manera responsable, no sólo pierde el dinero que recogía todos los meses, sino en muchos casos la confianza en sí misma, la fuerza para seguir adelante.
La promoción de un impacto social positivo
Dado que en la actualidad gozamos de muchas herramientas para hacer realidad nuestros proyectos, con frecuencia surgen nuevas empresas enfocadas en generar un impacto social positivo en su entorno para provocar una transformación significativa. Sin embargo, a pesar de la aparente facilidad con la que podemos poner en marcha un emprendimiento de este tipo, debemos estudiar muy detenidamente sus potenciales resultados.
Durante mucho tiempo, la manera más común de medir el impacto social o medioambiental giraba en torno a la evaluación de los datos y al seguimiento de la evolución del proyecto. Sin embargo, con la entrada en escena de la empresa social la medición comenzó a volverse relevante frente a los inversores y a afectar los planes de expansión, la comparación de los diversos programas y la motivación del personal.
Antes de poder comenzar a medir el impacto social de una empresa, es necesario definir sus objetivos, para que sea posible comprobar la calidad de los resultados obtenidos en un período dado. Por ejemplo, en un proyecto que busca revitalizar un pueblo abandonado, el impacto social del trabajo de construcción será casi nulo en comparación con el que tendría en una ciudad activa; por eso, la validez de un mismo criterio de medición varía según el contexto.