La idea de incontinencia alude a la ausencia de continencia: control o moderación. El término proviene del vocablo latino incontinentia.
Existen diversos tipos de incontinencia. Se alude a la incontinencia verbal, por citar un caso, cuando una persona habla más de la cuenta o sin límites ni filtros. Por ejemplo: “Por mi incontinencia verbal siempre tengo problemas”, “La incontinencia verbal del jugador sorprendió a los dirigentes del club”, “Estamos al borde de un conflicto internacional debido a la incontinencia verbal del presidente”.
La incontinencia de orina, por otra parte, es una patología que aparece en aquellos individuos que expulsan orina de forma involuntaria. Este trastorno se debe a que el afectado no puede controlar su vesícula.
Diversos motivos pueden provocar la incontinencia urinaria, desde una causa psicológica hasta una anormalidad anatómica, pasando por los efectos del uso de drogas. Quien no consigue contener la orina suele sufrir psicológicamente por esta realidad, una situación que impacta en su vida social.
La incontinencia fecal, como su nombre lo sugiere, es análoga a la urinaria, aunque en este caso lo que no se consigue controlar es la expulsión de heces. Esta incontinencia puede aparecer por complicaciones de una intervención quirúrgica, una lesión o un mal hábito intestinal.
La incontinencia afectiva, en tanto, se vincula a la falta de control de las emociones. De este modo, el sujeto atraviesa ataques de risa o de llanto que no consigue reprimir ni interrumpir. Este inconveniente es producido por un daño neurológico, ya sea por un traumatismo, una enfermedad neurodegenerativa u otra razón.
Cabe mencionar que la incontinencia afectiva también se conoce por otros nombres, como ser los siguientes: risa y llanto patológicos, desorden de expresión emocional involuntaria, afección seudobulbar, síndrome de incontinencia emocional, trastorno involuntario de la expresión emocional, afecto pseudobulbar e incontinencia emocional. En pocas palabras, se caracteriza por episodios breves pero intensos de risa o llanto que el individuo no puede controlar.
Una de las peores características de este trastorno, en lo que a la inserción social del paciente se refiere, es que no siempre existe un estímulo externo, y eso puede conducir a un ataque de risa en medio de una conversación seria o incluso muy triste, al igual que uno de llanto cuando los demás están riendo alegremente, entre otras muchas combinaciones. Sobra decir que la incontinencia afectiva puede acarrear muchos problemas en la vida de una persona que intenta trabajar o estudiar, pero no por el trastorno en sí mismo sino por la falta de comprensión que recibiría por parte de su entorno.
Además de no depender de los estímulos externos, esta pérdida de control de las emociones también puede tener lugar de forma independiente al estado de ánimo de la persona; en otras palabras, puede largarse a llorar a pesar de sentirse feliz o a reír en un momento de profunda tristeza. Por otra parte, también puede manifestarse como una respuesta muy exagerada a una situación: un ataque de risa o llanto ante un comentario o una noticia que -en situaciones normales- no provocarían más que un simple gesto.
Como dato estadístico, se cree que el llanto espontáneo se manifiesta con mayor frecuencia que la risa en los pacientes de incontinencia afectiva. Los episodios pueden durar desde unos segundos hasta unos minutos, y los profesionales recomiendan esperar a que finalicen antes de retomar sus actividades normales, las que hayan sido interrumpidas por el ataque. Más allá de estos datos, se sabe que el paciente no puede controlar con facilidad la duración de los episodios. En personas con esclerosis múltiple, las probabilidades de incontinencia afectiva son muy altas, con una prevalencia que puede alcanzar el 50 por ciento.