El vocablo del latín tardío infatuatio llegó al castellano como infatuación. Así se denomina al acto y la consecuencia de infatuarse o infatuar.
La Real Academia Española (RAE), en su diccionario, indica que el verbo infatuar refiere a hacer que alguien se vuelva fatuo. El adjetivo fatuo, en tanto, califica a quien carece de entendimiento o juicio o a aquel que tiene una jactancia sin justificación.
Retomando la idea de infatuación, se vincula al estado emocional que es producido por una gran pasión. La infatuación se debe a un amor intenso o a una admiración desmedida.
Cuando se registra la infatuación, el individuo siente una atracción irracional por el otro. En el caso de la relación romántica, suele caracterizarse por el deseo sexual y una sensación de necesidad respecto a la pareja.
Por lo general la infatuación obedece a una imagen distorsionada o exagerada. Es importante tener en cuenta que, más allá de las connotaciones positivas del amor y la pasión, la infatuación está más asociada al capricho y el infantilismo.
Puede decirse, en este marco, que la infatuación resulta cercana a la adicción y a la obsesión. Hay una cierta superficialidad o frivolidad en el individuo que experimenta una emoción de este modo.
De acuerdo a los psicólogos, el amor evoluciona junto al sujeto y va mutando y adaptándose. La infatuación, en cambio, resulta estática, no ayuda a mejorar ni contribuye al desarrollo personal.
La infatuación, por lo tanto, se diferencia del amor verdadero. Incluso puede derivar en la construcción de un vínculo tóxico y dañino.
En este punto surgen muchas preguntas con respecto al origen de la infatuación, a sus efectos tanto en quien la siente como en quien la recibe, a las razones que llevan a este último a soportarla en lugar de salirse de la relación, etcétera. Precisamente una de sus características más llamativas tiene lugar cuando se mantiene durante mucho tiempo como parte de un lazo entre dos personas, aunque desde fuera pueda parecer insoportable.
Como se expresa más arriba, la infatuación no es otra cosa que un capricho, una obsesión, y puede tener algo de atractivo para quien ocupa el rol de «receptor» u «objeto», pero en cuanto los rasgos claramente enfermizos de esta atracción salen a la luz y se vuelven innegables es difícil creer que el atractivo no se esfume y se reemplace por un deseo de saltar del edificio en llamas.
Para quien lo vive en primera persona, debemos señalar que existen diferentes grados: el más liviano se describe como un enchaprichamiento con alguien a quien no podemos sacarnos de la cabeza, en quien no podemos dejar de pensar como cuando un adolescente se enamora por primera vez; pero el más extremo ya no causa suspiros sino que puede afectar negativamente el sueño, la alimentación y, por consiguiente, el estado de salud general.
¿Por qué el amor evoluciona y la infatuación se mantiene estática? El amor verdadero puede parecer irracional al principio, pero poco a poco apoya los pies sobre la tierra y comienza a construir sobre un terreno cada vez más sólido, con una visión cada vez más clara de la otra persona, con sus defectos y sus virtudes. La infatuación, en cambio, no es realista, sino que se construye de forma arbitraria y no soporta que los resultados no sean los que espera, los que inventó sin basamento alguno.
En un ejemplo burdo, la reacción que podría tener una persona en pleno estado de infatuación si la otra le dijese que no la ama sería decirle «Sí, tú me amas». En sus extremos, puede conducir a la manipulación, la agresión y la crueldad con tal de no aceptar la ruptura.