Halago es la acción y efecto de halagar (dar muestras de afecto o reconocimiento a alguien, dar motivo de satisfacción, adular). El término también permite nombrar a la cosa que halaga.
Por ejemplo: “La profesora me dedicó varios halagos por mi trabajo práctico sobre la digestión de los felinos”, “Cristiano Ronaldo merece todos los halagos por su gran actuación en el último partido”, “No te alegres: esto que te digo no es un halago, es la realidad objetiva”.
El halago como felicitación
Un halago, por lo tanto, es una expresión que demuestra que quien la pronuncia tiene la intención de felicitar a otra persona. Si alguien dice “Tienes una voz estupenda y muy madura para tu edad”, la frase supone un halago.
Cuando el halago es sincero, suele causar satisfacción a quien lo pronuncia y a quien lo recibe, ya que como seres vivos disfrutamos de hacer sentir bien a los que nos rodean.
Los comentarios elogiosos
En ocasiones, el halago se desprende de la expresión, sin necesidad de que la persona esté aclarando que su intención es halagar. Cuando un comentarista deportivo señala “Gómez está haciendo un excelente partido tanto en la recuperación del balón como en la creación de jugadas ofensivas”, está haciendo una valoración de la actuación de un jugador que, por su tono, también es un halago.
Esto suele ocurrir especialmente cuando alguien habla de aquellas personas a las que admira profundamente, ya sea que las conozca y tenga un vínculo cercano con ellas o que siga sus carreras a través de los medios de comunicación. Algunos los llaman ídolos y otros los llaman mentores, dependiendo de la forma en la que se aproveche su inspiración; pero en todos los casos, es común que al hablar de ellos surja una mayoría de frases positivas, de halagos intencionales o espontáneos, dado que se intenta ver lo bueno y no prestar atención a sus flaquezas.
Las personas que se encuentran del otro lado, quienes reciben halagos constantemente, no siempre disfrutan de esta dinámica. Es sabido que para mejorar, para desarrollarse como persona en cualquier aspecto de la vida, es necesario conocer los propios defectos, entender sus raíces y buscar la manera de corregirlos. Para ello, la presencia de gente sincera en nuestro entorno es fundamental, ya que nos resulta imposible mirar nuestras acciones con total objetividad.
De acuerdo al contexto, un halago también puede ser un piropo, una lisonja o un cumplido: “Estoy fascinado con tus ojos azul cielo”, “Nunca había conocido a una persona tan atractiva como tú”.
El halago como instrumento
Halagar, por último, es en ocasiones una adulación exagerada, que se lleva a cabo por un motivo interesado con el objetivo de conseguir algún favor: “Lo felicito, señor, admiro la forma en la que ha resuelto esta situación” (un comentario que un empleado puede hacer a su superior con el fin de ganarse su afecto).
En este contexto, el halago es una mera herramienta que tiene un objetivo retorcido, el cual se intenta ocultar de quien lo recibe. Para que funcione es necesario poseer un conocimiento profundo de la otra persona, o bien una gran intuición, a través de la cual sea posible saber qué quiere oír, qué necesita que le digan para sentirse a gusto. El halago con un interés de fondo es tan sólo una parte de una estrategia, que continúa con una o más peticiones una vez que se consigue la confianza por parte de su receptor.
Es común que se etiquete de interesado a quien utiliza el halago con un fin tal. Si bien existe un interés implícito en todo lo que hacemos, incluso en nuestras acciones inconscientes, el término acentúa en este caso que quien emite los comentarios conoce muy bien sus objetivos y, lo más importante, que éstos no son altruistas.