El vocablo latino immarcescibĭlis llegó al castellano como inmarcesible. El término alude a aquello que no se marchita.
Inmarchitable
El verbo marchitar, en tanto, refiere al proceso que desarrollan las plantas, las flores y otros elementos cuando pierden su frescura y su vigor. Además alude a la quita de belleza o energía.
Cuando algo no puede marchitarse, en definitiva, se lo califica como inmarcesible. También puede decirse que lo inmarcesible es inmarchitable, ya que ambos conceptos son sinónimos.
Como símbolo
Muchas veces la idea de inmarcesible se emplea de manera simbólica. Tomemos el caso de la relevancia de un futbolista -ya retirado de la actividad profesional- en la historia de un club. Por más que pasen los años, la importancia del jugador para la entidad es inmarcesible: nada hará borrar los logros y la trascendencia del deportista en cuestión.
De igual forma, la herencia inmarcesible de un escritor a la literatura de su tierra supone que el legado del autor resulta imperecedero. Debido a su magnitud y su calidad, se espera que la obra siempre sea bien considerada y estimada.
El amor inmarcesible, la gloria inmarcesible y el valor inmarcesible son otras expresiones que podemos encontrar con este vocablo. Todo lo que se mantiene intacto o inalterable en el tiempo puede calificarse de esta forma.
Amaranto
El género de plantas Amaranthus, que son anuales y herbáceas, pertenece a la familia denominada Amaranthaceae y tiene un vínculo muy particular con el concepto de inmarcesible. En su nombre mismo podemos notar que procede de un vocablo griego cuyo significado es «siempreviva», precisamente porque las brácteas de sus flores no se marchitan.
En este punto debemos hablar sobre el concepto de brácteas. Se trata de una palabra que acuñó el científico, botánico, zoólogo y naturalista oriundo de Suecia Carlos Linneo, para referirse al órgano en forma de hojas que se encuentra próximo a las flores. Es importante aclarar que no es sinónimo de cualquier hoja de una planta, ni tampoco del perianto, una estructura que envuelve y rodea los órganos sexuales de la flor.
Esta característica tan peculiar del amaranto llevó a que el ser humano la convirtiera en un símbolo de inmortalidad. Por ejemplo, en la antigüedad se preparaban coronas con esta flor inmarcesible para conceder a quienes la lucieran la gloria y el favor, entre otras propiedades sobrenaturales.
Como dato curioso, esta interpretación más allá de lo explicable no se dio en su región de origen, varias partes de América Latina, sino en el continente europeo. Los latinoamericanos apreciaban el amaranto por sus innegables aportes nutricionales, pero no consideraban esta flor más que una fuente de alimento.
La fuerza de lo inmarcesible
El ser humano es probablemente la única especie que teme a la muerte. ¿Seremos quizá también los únicos que intentan entenderla? La naturaleza genera en su ciclo aparentemente eterno el nacimiento de millones de especies que, tarde o temprano, dejan de vivir para alimentar la tierra y dar lugar a nueva vida.
Es un camino que todos conocemos, que nos enseñan en la infancia, pero que por lo general nunca llegamos a aceptar. Ya sea que nos dé miedo envejecer y optemos por ocultar nuestras arrugas, o que luchemos contra las enfermedades más destructivas, la hacemos frente al final del ciclo con todas nuestras fuerzas. Por esta razón, seríamos capaces de hacer cualquier cosa con tal de abrazar la mera posibilidad de volvernos inmarcesibles.
En títulos literarios
La idea de inmarcesible también aparece en el título de diferentes obras literarias. “Inmarcesible” es un libro escrito por Yolanda González. El mismo nombre lleva una novela de Karina Krenn. “Alma inmarcesible”, por último, es un trabajo de Laura Ventura Burdeus.