Es habitual que escuchemos hablar de líbido, una palabra esdrújula con tilde en la primera I. Sin embargo, dicho término es incorrecto. El concepto válido es libido, con acentuación en la segunda I, según destaca la Real Academia Española (RAE).
Se cree que el error frecuente de acentuar la noción en la primera sílaba se debe a la influencia de lívido, un vocablo que hace referencia a la palidez o a lo amoratado, que nada tiene que ver con el significado de libido.
Hechas estas aclaraciones, ahora sí podemos avanzar en la definición de libido, que procede del latín libīdo. Así se denomina al deseo sexual.
Qué es la libido
La libido, por lo tanto, es un impulso o una pulsión que estimula el comportamiento sexual de un individuo y que se manifiesta de diferentes formas en la actividad de la psiquis. Puede decirse que se trata del apetito sexual, que lleva a una persona a desear satisfacerlo.
Para la medicina, existe un nivel “normal” de libido. Una libido exagerada implica la existencia de una patología, al igual que una libido minimizada. En el terreno del psicoanálisis, en tanto, se entiende la libido como una energía psíquica que orienta la conducta hacia un cierto fin. Cuando dicho objetivo se consigue, la libido se descarga.
La respuesta sexual
Cabe destacar que la libido suele desencadenar una serie de cambios hormonales y físicos que se conocen como respuesta sexual. Cuando el deseo sexual se incrementa, se produce la excitación: en el caso del hombre, se registra la erección del pene (que crece por la acumulación de sangre), mientras que en la mujer la vagina se humedece y la vulva se dilata.
Retomando los niveles anómalos de libido, la medicina suele relacionar una falta de deseo sexual a algún trastorno de tipo emocional o a un cuadro depresivo. En particular, se considera un síntoma de la depresión, ya que la necesidad de mantener relaciones sexuales está íntimamente ligada al instinto de supervivencia, a las ganas de vivir y prolongar la existencia de la especie, ideas que por lo general aparecen invertidas en el contexto de una depresión clínica.
Freud y la libido
De acuerdo con los estudios de Sigmund Freud, el reconocido médico austriaco nacido a mediados del siglo XIX, la libido se puede describir como la energía de la pulsión o, mejor dicho, al afecto vinculado a la transformación de energía de la pulsión, cuyo objetivo original es de tipo sexual. Es importante aclarar que este objetivo también puede ser «desexualizado» de manera secundaria, tras lo cual debería existir un compromiso por canalizar esta energía de otra manera.
Para Freud, la mente es un sistema que alcanza el equilibrio gracias a la oposición de fuerzas llamadas pulsiones, que se encuentran en constante conflicto. En otras palabras, son energía psíquica que nos empuja a comportarnos de una manera determinada y que, cuando lo conseguimos, se descarga. En la dialéctica interna del psicoanálisis, esta energía se conoce precisamente como libido.
La mirada de Jung
Otra de las figuras que sobresale en este marco es la de Carl Gustav Jung, un psicólogo y psiquiatra suizo contemporáneo de Freud. Su interpretación de la libido fue uno de los puntos que lo llevó a discrepar con el psicólogo austriaco, ya que no consideraba que tuviera un carácter necesariamente sexual, sino que la describía como una «energía psíquica indiferenciada» no vinculada a un sustrato de tipo biológico.
La explicación de Jung acerca del funcionamiento de esta energía se apoya en ideas fundamentales de la física. Por ejemplo, en el principio de los opuestos: se trata del conflicto que tiene lugar entre las polaridades opuestas, ya que sin oposición no hay energía. También era de su interés el principio de equivalencia, según el cual la energía no se puede crear ni destruir, sino simplemente cambiar de forma.