Conocer el origen etimológico de las dos palabras principales que le dan forma al término monóxido de carbono es lo primero que vamos a hacer antes de entrar de lleno en el significado de este. Así, podemos establecer lo siguiente:
-Monóxido se formó a partir de la suma de varios componentes léxicos: el vocablo griego «monos», que significa «uno»; la palabra griega «oxys», que es sinónimo de «ácido»; y el sufijo latino «-ido», que se usa para indicar «cualidad».
-Carbono, por su parte, procede del latín. En concreto, emana del término «carbo, carbonis», que puede traducirse como «carbón».
Un monóxido es un óxido que presenta una molécula con un único átomo de oxígeno. Los óxidos, en tanto, son compuestos resultantes de la combinación de un metal o un metaloide con oxígeno.
El carbono, por su parte, es un elemento químico de gran presencia en la naturaleza y con mucha relevancia a nivel biológico. Su número atómico es 6 y su símbolo, C.
A partir de estas definiciones propias del terreno de la química, podemos analizar el concepto de monóxido de carbono. Se trata de un gas muy tóxico que tiene la fórmula CO.
También mencionado como anhídrido carbonoso, gas carbonoso u óxido de carbono (II), suele generarse a partir de una combustión deficiente de petróleo, carbón, madera, gasolina, gas u otros combustibles. Esto quiere decir que los automóviles, los calefactores y los hornos, entre muchos otros dispositivos y máquinas, tienden a producir monóxido de carbono.
Cabe destacar que la intoxicación por monóxido de carbono es una causa de muerte frecuente en los seres humanos. Cuando alguien respira monóxido de carbono, este gas reemplaza al oxígeno en la hemoglobina sanguínea. Los tejidos, por lo tanto, dejan de recibir el oxígeno que necesitan para subsistir.
Además de todo lo indicado, no podemos pasar por alto otra serie de datos de interés sobre el monóxido de carbono, como son los siguientes:
-No tiene color ni olor así como tampoco sabor.
-Se habla de él como del «enemigo silencioso que ataca en invierno». Y es que anualmente miles de personas en el mundo mueren por culpa de él al hacer mal uso de estufas, calefactores, chimeneas…
El envenenamiento con monóxido de carbono afecta sobre todo a los niños, las embarazadas, los ancianos y los individuos que padecen problemas respiratorios, cardíacos o anemia, ya que tienen una mayor sensibilidad. Sus consecuencias, sin embargo, afectan a todas las personas: la intoxicación incluso es potencialmente mortal.
Para minimizar la posibilidad de sufrir una intoxicación por monóxido de carbono, es importante que un gasista matriculado o certificado revise de forma periódica las instalaciones y conexiones de gas, garantizando la correcta combustión.
Para evitar el envenenamiento por monóxido de carbono hay que tomar otra serie de medidas como son ventilar diariamente toda la casa, observar siempre que la llama del dispositivo que lo desprenda sea de color azul y no colocar jamás calefactores en lugares que no estén bien ventilados o que estén cerrados. No obstante, también se recomienda instalar en la vivienda un detector específico de monóxido de carbono y proceder a limpiar de forma periódica lo que son los conductos de evacuación tanto de estufas como de chimeneas.