El verbo parir, procedente del vocablo latino parĕre, refiere a dar a luz o alumbrar: expulsar del vientre, en el momento oportuno, al feto que se concibió. Se trata de una acción que realizan las mujeres y las hembras de las especies vivíparas.
Al acto de parir se lo denomina parto. El parto, por lo tanto, supone la culminación del embarazo y el inicio de la vida independiente del recién nacido.
En lo referente al ser humano, la acción de parir se produce aproximadamente a los nueve meses de la concepción. Durante ese periodo, el feto se desarrolla en el útero materno.
En los momentos previos a parir, la mujer atraviesa una serie de cambios fisiológicos. Por ejemplo, se producen contracciones uterinas que, a medida que se acerca el parto, se incrementan en frecuencia e intensidad hasta que se produce el alumbramiento.
Cuando existe un riesgo para el feto o para la madre, el embarazo no culmina con el parto, sino con una intervención quirúrgica denominada cesárea. En estos casos, la mujer no debe parir expulsando al bebé por la vagina, sino que un médico realiza una incisión en su abdomen y extrae al niño.
Para muchas mujeres, el acto de parir representa uno de los momentos más importantes de su vida. Dar a luz a un ser vivo creado a imagen y semejanza nuestra no es para nada despreciable, ya que se trata de un fenómeno que solamente las mujeres pueden experimentar y que las acerca a un estado divino, de creación, que les regala un abanico de sentimientos y sensaciones imposibles de alcanzar para los hombres.
Sin embargo, dado que se trata de un hito tan importante y especial en la vida de una mujer, no todas están preparadas para atravesarlo. Son muchos los miedos que pueden surgir durante el embarazo con respecto al momento del alumbramiento: por un lado, la salud del bebé puede verse afectada por diferentes complicaciones inesperadas, pero también la de la propia madre, y por eso la preparación psicológica es tan importante como la física.
Muchas mujeres atraviesan su primer parto con problemas, y eso las condiciona negativamente para el segundo o incluso las lleva a decidir no tener más hijos. Para superar estos traumas existen tratamientos psicológicos diseñados específicamente. De modo similar, las madres primerizas que no han tenido ninguna complicación pueden subestimar la preparación para el segundo embarazo y sufrir los potenciales problemas con mayor intensidad.
Por mucho que el cine y la literatura se esfuercen en demostrarnos cuán agotador es el acto de parir, solamente quienes lo han vivido pueden entenderlo. Las especialistas aseguran que el parto lleva a la mujer al límite de su energía física y emocional. Además del dolor físico, no debemos olvidar la incomodidad propia de la atención médica: tener a un grupo de gente alrededor cuando sentimos tantas molestias puede darnos seguridad por un lado, pero también agobio y, dadas las circunstancias propias de un parto, pudor.
Parir es algo precioso, porque significa traer al mundo a un ser al que amaremos de por vida. Pero también es muy difícil aceptar que su bienestar dependerá de nuestros actos, que deberemos cuidarlo durante muchos años hasta que alcance su independencia motriz y psicológica y que algún día se irá de nuestra casa para recorrer su propio camino.
La idea de parir, por otra parte, alude a la producción o generación de una cosa y al hecho de dar a conocer algo que hasta entonces se ignoraba o permanecía oculto: «Esta crisis política nos va a permitir parir una democracia más saludable y fuerte», «Desde que nos juntamos por primera vez en el set supe que íbamos a parir una gran película».