Una planta es un ser vivo que no dispone de capacidad locomotora. Se trata de un organismo que desarrolla la fotosíntesis (ya que apela a la luz del sol para obtener la energía que le permite sintetizar materia orgánica a partir de sustancias inorgánicas) y que, por eso mismo, resulta autótrofo (produce su materia orgánica partiendo de elementos inorgánicos).
Vascular, en tanto, es una noción que en la botánica se emplea para aludir a aquello vinculado a los vasos de las plantas: es decir, a los conductos por los cuales circula el látex o la savia.
Las plantas vasculares, de este modo, son las que disponen de hojas, tallo y raíces y que tienen un sistema vascular formado por vasos conductores. Otros dos nombres por los que se conocen son plantas cormófitas o superiores. Existen dos clases de vasos: el xilema y el floema.
Ambos componentes de esta organización que se encarga de transportar la savia están formados por un tejido diferente al del resto de la planta, uno especializado en esta función particular, y realizan un recorrido que pasa por la raíz, el tallo y las hojas.
En el caso del xilema, es el vaso conductor que se encarga de llevar los nutrientes desde las raíces hacia el resto del vegetal. La savia que lleva este vaso leñoso es la «bruta», cuya composición es el conjunto de sales minerales y agua que llegan a la planta por medio de la acción de la raíz. El floema, por su parte, es el vaso liberiano y traslada los nutrientes sintetizados desde las hojas a otras partes del organismo.
Las raíces de las plantas vasculares se encargan de absorber nutrientes de la superficie, además de almacenarlos y de sujetar la estructura de la planta. Por los vasos circula la savia, que es el líquido del cual las células obtienen los nutrientes.
Cabe destacar que en las plantas vasculares es posible diferenciar entre dos tipos. Las espermatófitas producen semillas, mientras que la pteridófitas se reproducen a través de esporas. Las espermatófitas, a su vez, se dividen en angiospermas (monocotiledóneas y dicotiledóneas) y gimnospermas.
El estudio de los tejidos puede resultar fundamental para diferenciar los tipos de plantas más allá de su aspecto. Por ejemplo, existen casos de especies que parecen tener raíces, como ocurre con ciertas algas, pero en realidad se trata simplemente de «extremidades» que no realizan funciones especiales, diferentes a las del resto del cuerpo, como sí sucede con las raíces de una planta vascular. Esto nos ayuda a resaltar la importancia de la función por encima de la morfología en este campo.
Entre los tejidos que podemos encontrar en las plantas vasculares, los más importantes son los siguientes: meristemos, los del crecimiento; epidermis, recubren la planta y la vuelven impermeable; parénquima, sus diversos tipos participan de la fotosíntesis, previenen la asfixia de la planta, almacenan sustancias de reserva y previenen la deshidratación, entre otras funciones vitales.
Si bien la respiración y la fotosíntesis no son procesos exclusivos de las plantas vasculares, en conjunto sí se trata de una de sus características porque realizan ambos. A través de la fotosíntesis pueden absorber el dióxido de carbono presente en la atmósfera y fijarlo en moléculas de carbono complejas que necesitan para su sano desarrollo; esto último lo llevan a cabo haciendo uso de los llamados cloroplastos, unos orgánulos que tienen en su interior las células de sus hojas y que poseen un alto porcentaje de clorofila.
De manera complementaria a la fotosíntesis, por lo tanto, las plantas vasculares respiran. Este proceso lo realizan de manera continua en sus hojas y tallos con el objetivo de obtener energía para producir moléculas complejas como los polisacáridos y las proteínas, entre otras, que son fundamentales para su vida.