Aunque preinversión es un término que no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE), resulta sencillo comprender su significado. Solo hay que prestar atención a sus componentes: el prefijo pre- y el sustantivo inversión.
Pre- alude a una anterioridad temporal o local, mientras que una inversión supone el uso de un recurso o caudal para obtener algún beneficio en el futuro. La preinversión, por lo tanto, es una etapa que antecede a la acción de invertir.
La fase de preinversión implica la preparación y la evaluación de un proyecto. El objetivo es analizar la factibilidad de la inversión y determinar cómo puede brindar la mayor ganancia posible en el plazo más extendido.
La preinversión abarca el desarrollo de diversos estudios e investigaciones. Con estas tareas se buscan reducir los costos y los riesgos e incrementar los beneficios de la inversión.
Es habitual que el Estado cuente con organismos dedicados a tareas de preinversión. De este modo se pretende valorar la conveniencia, o no, de concretar una inversión pública en particular.
La preinversión, en este marco, determina si una inversión pública resulta rentable desde el punto de vista social, si es sostenible y si se encuentra en sintonía con las políticas establecidas por el gobierno. Así se define la viabilidad de la inversión en cuestión.
En Argentina, por ejemplo, existe la Dirección Nacional de Preinversión (DNPRI), que funciona bajo la órbita de la Secretaría de Planificación Territorial y Coordinación de Obra Pública, que a su vez forma parte del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda. La DNPRI lleva adelante estudios de preinversión según las prioridades instauradas por el gobierno nacional.
Si bien la mayoría de la gente está de acuerdo en que la preinversión es una etapa necesaria para llevar a cabo una inversión exitosa, ya que consiste en una serie de diseños y estudios previos a la puesta en marcha de un proceso en el cual pondremos en juego nuestro dinero y otros recursos valiosos, cuando llega el momento de la acción sólo unos pocos proceden con responsabilidad, mientras que el resto alega falta de recursos o de tiempo para la preinversión.
Esto quiere decir que un gran número de proyectos de inversión se llevan adelante y se concretan sin cubrir la etapa de preinversión. Como consecuencia de esta omisión aparecen un mayor número de dificultades y un aumento en los costes que podrían haberse evitado. Los profesionales a cargo de los trabajos de preinversión, es decir los consultores, deben contar con una base teórica sólida combinada con una intuición que les permita encaminar sus investigaciones en la dirección correcta, adelantándose a los potenciales resultados para ofrecer a sus clientes los mejores consejos.
Como todo en una sociedad que se sostiene gracias a los recursos económicos, estos estudios también requieren el desembolso de una determinada suma de dinero, lo cual podríamos definir como una inversión previa a la inversión misma, que se usa para potenciar los efectos de esta última. Para ello existen diversas organizaciones de prestigio, pero siempre surgen nuevas que ofrecen incentivos para que captar la atención de los inversores que deseen probar sus servicios.
No olvidemos que la preinversión es una etapa de relativa complejidad, que no consiste simplemente en un período de reflexión previo a una gran decisión, sino en una serie de estudios de varios campos, entre los que se encuentran el técnico, el organizacional, el financiero y el económico. Es en base a los datos que se reúnen luego de todos ellos que se puede elaborar información útil para entender si el proyecto de inversión es viable o si nos conviene rechazarlo.