Presión es un término con origen en el vocablo latino pressio que hace referencia al acto y resultado de comprimir o apretar (es decir, estrechar algo contra el cuerpo, oprimir, ajustar, apiñar). Puede tratarse, por lo tanto, de la fuerza que se aplica sobre una determinada cosa.
Por ejemplo: “Esa tapa entra a presión, en cambio la otra funciona a rosca”, “Si la madera sigue haciendo presión contra la puerta, terminará partiéndose”, “Voy a hacer más presión así entran otros peluches en la caja”.
La presión como magnitud física
Presión, por otra parte, es una magnitud física que permite expresar la fuerza que un cuerpo ejerce sobre la unidad de superficie. En el Sistema Internacional, dicha magnitud se mide en una unidad que se conoce como pascal (Pa), que equivale a la fuerza total de un newton sobre un metro cuadrado.
Cabe resaltar que se conoce como presión atmosférica a la presión que el aire ejerce en cualquier punto de la atmósfera. Si el aire está frío, la presión aumenta, mientras que, si el aire está caliente, la presión disminuye.
Por otro lado, la presión que se define como arterial (también identificada como tensión) apunta a dar cuenta de la presión ejercida por el torrente sanguíneo contra la pared de las arterias. En un sentido estricto, el concepto de presión arterial se define como la fuerza ejercida por el caudal sanguíneo en movimiento, mientras que tensión hace referencia a la forma en la cual reaccionan las arterías ante dicha presión.
Una imposición
La presión, entendida en otros contextos, también puede aludir a una coacción, imposición o apremio dirigida a una persona o un grupo, sin que implique el uso de la fuerza física: “El jugador dijo que no tolerará la presión del equipo a la hora de definir su participación en el torneo”, “La presión del presidente dio resultado y el diputado aceptó postularse como candidato”, “El empresario dijo estar cansado de las presiones políticas”.
Durante la infancia de los seres humanos, la presión suele ser un elemento que opaca sus primeras vivencias, tiñéndolas de exigencias y reproches injustos. Cada cultura establece una serie de normas y expectativas que dirige con fuerza sobre los niños. Como es de esperarse, estos objetivos a cumplir por los hijos tienen una versión para cada uno de los dos géneros aceptados como normales, dejando aparte a los homosexuales y transexuales.
Tomando como referencia los países de habla hispana, aunque principalmente aquellos con el catolicismo como religión nacional, los varones reciben la inevitable carga de sentirse atraídos por el fútbol y los coches, de conseguir una novia antes de que su sexualidad se ponga en duda, de casarse y procrear, para finalmente trabajar fuera y desentenderse de la crianza de sus propios descendientes.
A las niñas, por otro lado, se las atosiga a muñecas de juguete y carritos de bebé, con accesorios que no se alejan del reino de los cepillos para el cabello y los juegos de té y cocina. Así, antes de aprender a escribir su propio nombre ya desarrollan el deseo de ser madres y amas de casa, lo cual proporciona a sus padres la triste seguridad de que su hija no deseará volar muy lejos del nido, ni física ni mentalmente. Estas presiones cobran diversas formas en otras partes del mundo, sobre todo de acuerdo a la religión dominante, pero no parece existir un lugar en el que crecer y desarrollarse sea un proceso placentero y espontáneo.
Presión en el ámbito académico
Con respecto al ámbito académico, se da una de las grandes contradicciones del ser humano: padres y madres que no han completado sus estudios básicos exigen a sus hijos que sean los mejores de su clase y que cursen una carrera universitaria. Suelen ubicar la obtención de un título al mismo nivel de la decencia, del éxito, del correcto aprovechamiento de las facultades mentales…
En pocas palabras, se autodescriben como personas que han tomado las decisiones equivocadas. En muchos casos, se trata de familias de buen pasar económico, el cual se alcanzó sin una formación superior, lo cual refuerza la invalidez de sus demandas.