Una proeza es una gesta, una epopeya o un logro de gran envergadura. Se trata de una hazaña conseguida por una persona o por un grupo de individuos.
Por ejemplo: “Proeza del equipo hondureño: se clasificó para la final del Campeonato Mundial al derrotar a Alemania por 3 a 1”, “Haber escalado el Aconcagua fue mi mayor proeza”, “Esforzarse en el trabajo no es una proeza, es una obligación”.
La proeza de Cristóbal Colón
Lo que se califica como proeza depende del contexto. Cuando Cristóbal Colón llegó a América, dicha travesía fue una verdadera proeza. Con embarcaciones que hoy consideraríamos precarias, Colón y sus hombres se lanzaron a lo desconocido y terminaron arribando a un continente del cual ni siquiera sabían su existencia.
Hoy en día, en cambio, viajar de Europa a América está lejos de ser una proeza: basta con comprar un boleto de avión y volar algunas horas. Colón, en cambio, tardó más de dos meses en su primera expedición.
Ejemplo en el deporte
Si España, Brasil o Alemania se consagran campeones de una Copa Mundial de Fútbol, dicho logro sería muy importante pero difícilmente sea calificado como proeza en la actualidad, ya que se trata de tres seleccionados muy poderosos.
En cambio, si Australia, Irak o Corea del Norte ganan el título, nadie dudaría en hablar de una proeza.
Falsas proezas
En ocasiones, una acción corriente puede ser magnificada para que sea tomada como una proeza; esto es común cuando existen grandes intereses de por medio, ya sea en el ámbito empresarial o de la política, por ejemplo.
El intendente de una ciudad, de este modo, puede afirmar que su gobierno logró la proeza de construir un nuevo hospital, cuando los fondos para la construcción del centro de salud estaban asignados desde hacía varios años y el proyecto había sido aprobado por los concejales de la localidad.
El caso de Charlie Walker
En julio del año 2010, un joven escritor de viajes llamado Charlie Walker decidió emprender un viaje en bicicleta que lo llevaría a recorrer 61 países en tan sólo 4 años. Durante los 1.606 días que pasó atravesando 3 continentes (desde el Círculo Polar Ártico hasta el extremo sur de África, pasando por Asia oriental) para alcanzar su ambicioso objetivo, pedaleó a lo largo de más de 69.000 km, lo que equivale al doble del perímetro de nuestro planeta.
Como si su historia no fuera suficientemente impresionante, es importante aclarar que Walker no era ciclista; no tenía la preparación técnica ni el estado físico óptimos para embarcarse en una proeza de esta envergadura, pero esto no lo detuvo. Su finalidad era invertir la menor cantidad posible de dinero para conocer muchas partes del mundo, empaparse de diferentes culturas y cruzarse con gente interesante, además de desafiarse a sí mismo, tanto en el plano físico como en el mental.
La proeza de superar múltiples desafíos
El viaje de Walker no sólo le acarreó un esfuerzo colosal para aprovechar su energía al máximo, sino que también lo puso en situaciones inesperadas y difíciles de imaginar para la mayoría de la gente; entre sus anécdotas más curiosas se encuentran los momentos en los cuales fue perseguido por elefantes, sus dos encarcelamientos en China, su paso por una zona de guerra en Mozambique y su detención por resultar sospechoso de espionaje en Irán.
Muchas personas no se atreven a salir de sus casas antes de haber controlado varias veces sus bolsillos en busca de las llaves, el dinero y el teléfono, entre otros objetos que consideran indispensables. Charlie Walker, por su parte, no invirtió demasiado tiempo en planificar su proeza ni partió con una cantidad de dinero prudencial; en cambio, asumió que la buena voluntad de la gente a la que conocería sería suficiente para asistirlo en los peores momentos.