El vocablo latino rationalĭtas llegó a nuestro idioma como racionalidad. Así se denomina a la condición de racional: aquello que pertenece a la razón o que resulta acorde a ella.
Puede decirse que la noción de racionalidad está asociada a la facultad de reflexionar, comprender, pensar o crear. Lo habitual es que se vincule esta capacidad al entendimiento.
Qué es la racionalidad
La racionalidad puede apreciarse en las creencias y en la práctica. En el primer caso, la racionalidad tiene que ver con el mecanismo intelectual que permite incrementar las creencias racionales y minimizar las erróneas. Dicho de otro modo: apelando a la racionalidad, un sujeto acumula razones, motivos o argumentos para creer en la veracidad o validez de algo.
En cuanto a la racionalidad en la práctica, supone el desarrollo de un razonamiento que hace posible la determinación de los medios adecuados para alcanzar un fin.
Se puede afirmar que, gracias a la racionalidad, un individuo puede esgrimir razones para demostrar o explicar un acontecimiento. También está capacitado para arribar a una conclusión mediante el ordenamiento de ideas.
La toma de decisiones
La racionalidad, como facultad de uso de la razón, lleva a que una persona pueda estudiar cuál es la mejor forma de lograr un objetivo. De este modo, puede basar sus decisiones en el resultado de este discurrimiento.
Es interesante señalar que la racionalidad del ser humano es fruto de la evolución de la especie. Gracias a ciertos mecanismos del cerebro, el Homo sapiens comenzó a desarrollar conductas asentadas en el procesamiento de información, el uso de la memoria y la percepción
La racionalidad, sin embargo, no es la misma en la totalidad de los integrantes de nuestra especie ni en todos los momentos de la vida. Un niño de 3 años, una mujer con esquizofrenia y un anciano que padece la enfermedad de Alzheimer no se comportan de manera racional, con lo cual no tienen la misma responsabilidad sobre sus actos que alguien que está facultado para adoptar una conducta conforme a los principios de la razón.
Más allá de la racionalidad
Hay que tener en cuenta que el hombre no siempre actúa con racionalidad. Existen otros recursos y procedimientos para tomar decisiones que no tienen que ver con la razón.
Muchas veces las personas se comportan según lo que dictan sus emociones. Supongamos que un futbolista se encuentra solo frente al arquero (portero) rival, con la pelota en sus pies y a pocos metros del arco (portería). Pese a esa situación favorable, no logra anotar. Mientras se lamenta por la oportunidad desperdiciada, un simpatizante de su equipo empieza a insultarlo e incluso le arroja un proyectil, furioso por lo sucedido. Claramente, esta reacción no se enmarca en la racionalidad: el deportista no pretendió errar a propósito ni quiso perjudicar a su conjunto, con lo cual enojarse con él carece de lógica. Por supuesto, la falta de respeto y la agresión tampoco tienen, en ningún contexto, un justificativo racional.
Tomemos ahora el caso de un hombre que padece una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) debido al tabaquismo. Aunque no tiene intenciones de morir ni desea sufrir y comprende que si sigue fumando su salud empeorará, mantiene el hábito. Este sujeto, debido a su adicción, está incapacitado para actuar con racionalidad y controlar su conducta.