Un ranking es una clasificación que ordena los elementos de acuerdo a un cierto criterio de evaluación. Se trata de una voz inglesa que la Real Academia Española (RAE) incluye en su diccionario.
La existencia de un ranking implica un ordenamiento por posiciones. Aquello que se ubica en el primer lugar del ranking ostenta un valor que resulta superior al que tiene el segundo; el segundo en el ranking, a su vez, tiene un valor más alto que el tercero, y así sucesivamente.
Por lo general el posicionamiento se plasma a través de números ordinales. Así se desarrolla una tabla de posiciones, donde el 1 equivale a la posición más alta.
Los rankings son frecuentes en el ámbito del deporte. Uno de los rankings más conocidos es el que elabora la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) y ordena a los jugadores que compiten en el circuito de acuerdo a sus logros deportivos.
Todos los tenistas de la ATP, al jugar, suman puntos, en cantidades que dependen de los resultados y de la importancia de los torneos. Mientras más partidos y torneos ganan, más puntos suman. El puntaje acumulado, a su vez, debe ser «defendido» por el deportista con nuevas victorias.
El ordenamiento de los jugadores de tenis de acuerdo al puntaje es conocido como Ranking de la ATP, que se actualiza cada semana. El suizo Roger Federer es el tenista que más semanas ha liderado este ranking a lo largo de la historia.
En la industria musical, es habitual que se confeccionen rankings según la venta de álbumes o el voto de la gente. El ranking Billboard Hot 100, por ejemplo, enumera los cien sencillos o simples más vendidos y descargados en el mercado estadounidense.
Todo esto nos dice que el ranking debe tener en cuenta uno o más parámetros para ordenar los elementos en la lista, y éstos son relativamente arbitrarios, ya que los escoge quien lo diseña. Por ejemplo: podemos crear un ranking de los mejores álbumes de música popular usando como parámetros sus ventas, mientras que otra persona podría basarse en la originalidad de las canciones o en su variedad, entre otras muchas posibilidades.
Por lo tanto, dos o más rankings del mismo ámbito pueden arrojar listas completamente diferentes si no se usan los mismos parámetros. De hecho, para volver aún más compleja la situación, si los parámetros no se basan en valores exactos, también pueden darse diferencias entre dos listas de igual título: mientras que los más vendidos deberían ser los mismos, los más variados podrían diferir según la percepción musical de cada oyente.
En cualquier caso, elaborar un buen ranking debería ser una tarea responsable para ofrecer una lista útil a los lectores. Lo primero es alejarse de la subjetividad: si escogemos las cosas «que más nos gustan», probablemente no nos apoyemos en una serie de ideas que comparta mucha gente, porque los gustos son relativamente arbitrarios y pueden incluir una mezcla poco homogénea. Resulta más conveniente apoyarse en rasgos objetivos, en un criterio que otras personas también puedan aplicar para entender nuestras decisiones.
Si estamos hablando de ordenadores, por ejemplo, podemos tomar como parámetros la relación calidad-precio, la modernidad de sus componentes, el tamaño de su pantalla, el espacio en disco, o bien partir de un requisito previo y compararlos desde allí: de los que tienen pantalla táctil, los más rápidos, por ejemplo. Esto no quiere decir que no pueda haber algo de subjetivo en la elección de cada producto, pero seguramente ofreceremos datos posibles de verificar por los lectores, como ser el modelo y la velocidad de un procesador o la cantidad de memoria RAM y su tecnología, en lugar de una preferencia por una u otra marca.