Saco es un término procedente del latín saccus. Se trata del recipiente o envase que cuenta con una abertura para depositar cosas en su interior. De este modo, un saco puede contener algo.
Por ejemplo. «El ladrón escapó con un saco lleno de billetes», «Ya tenemos los sacos de arroz en el depósito, esperando que llegue el camión para llevárselos», «Nunca vi tantos sacos de café juntos».
Distintos tipos de saco
Existen otros usos del término saco que se vinculan a esta acepción. Un saco de dormir, también conocido como bolsa de dormir, es una especie de colchoneta con una manta que permite a un individuo dormir en su interior. Es decir: la persona «ingresa» al saco de dormir y lo cierra con una cremallera, quedando protegida de las inclemencias del tiempo.
Un saco de boxeo, por otra parte, es una bolsa llena de algodón u otro material blando que tiene arena en su base para disponer de estabilidad. Este saco se cuelga del techo para que el boxeador pueda golpearlo a modo de entrenamiento, mejorando su técnica y ganando velocidad.
Una prenda de vestir
Un saco o chaqueta, en cambio, es una prenda de vestir. Se emplea a modo de abrigo y se utiliza, por lo general, en un ámbito formal.
En las oficinas, es habitual que los empleados deban vestir saco y corbata, y esta combinación suele asociarse a la seriedad, generalmente en el ámbito de los negocios; sin embargo, más y más empresas modernas permiten a sus empleados vestir de manera «informal» y esto suele repercutir positivamente en su rendimiento.
Saco en la biología
La biología, por su parte, denomina saco a aquellos órganos o receptáculos que tienen apariencia de bolsa.
Podemos nombrar, en este sentido, al saco vitelino y el saco amniótico, Estos sacos suelen servir para proteger a otras partes del cuerpo.
El saqueo de Roma
El 6 de mayo de 1527, Carlos I dirigió sus tropas españolas y alemanas hacia una victoria sin antecedentes, que acabó con un brutal saqueo en Roma. Todo comenzó cuando el papa Clemente VII apoyó a los franceses con la intención de salvar al papado de la supuesta dominación a la que estaba sometido por parte del Sacro Imperio Romano Germánico.
Varias victorias fueron necesarias para que las tropas del Imperio consiguieran dominar el norte de Italia, y allí el emperador consiguió derrotar al ejército de Francia, aunque no tuvo el dinero suficiente para pagar a los combatientes. Esto no les gustó nada, y los llevó a organizar un motín, que tuvo Roma como objetivo: más de 1.500 soldados, 5.000 españoles que seguían a Alfonso de Ávalos (el marqués de Vasto), 3.000 soldados italianos al mando de Ferrante I Gonzaga, y 10.000 mercenarios alemanes dirigidos por Jorge de Frundsberg componían esta feroz turba.
El 5 de mayo llegaron a Roma, y Carlos I hizo lo posible por evitar que su ejército quedase atrapado en la ciudad. Un día más tarde dio comienzo al ataque contra las murallas en la Colina Vaticana y el Janículo. Hirieron de muerte al duque de Borbón y pronto consiguieron debilitar al enemigo, tanto que fue posible concretar su planeada conquista antes de la puesta del sol.
Las tropas imperiales masacraron a gran parte de la guardia; sus supervivientes, que no alcanzaban un tercio del ejército original, consiguieron que Clemente VII escapara a través de un corredor secreto que incluso al día de hoy conecta el Castillo de Sant´Angelo con la Ciudad del Vaticano.
Habiendo asesinado a tantas personas, comenzó el saqueo, el Saco de Roma. A excepción de las iglesias nacionales españolas, la destrucción no tuvo límites: iglesias, palacios de cardenales y prelados, monasterios. Además de los ataques a los edificios, robaron cuanto objeto de valor encontraron. Los cardenales proimperiales, por su parte, dieron dinero a cambio del derecho de conservar sus riquezas.