Por separación se entiende al acto y consecuencia de separar o de ser separado (es decir, fijar o incrementar una distancia, aislar). El término tiene su origen en el latín separatio y suele aprovecharse para hacer mención al cese de la vida en pareja establecido por una decisión tomada por las partes o decretado por un fallo judicial, sin que ello represente la disolución del vínculo matrimonial.
La separación, en este sentido, es una situación intermedia entre la unión conyugal y la sentencia de divorcio. A nivel jurídico, esta categoría o clasificación se utiliza cuando la ley vigente no autorice el divorcio. En estos casos, la separación supone que el lazo de la pareja se mantiene vigente, aunque se dan por concluidos varias de las obligaciones y los derechos que alcanzan a los miembros de la pareja.
Tipos de separación
La separación de los hasta entonces cónyuges puede ser una separación de hecho (acordada entre los involucrados, sin que el vínculo se haya disuelto por vías legales) o una separación judicial (que posee diversos efectos jurídicos sobre los integrantes de la pareja).
En la vida cotidiana, la separación marca el fin de la convivencia. Las personas involucradas deben acordar la distribución de los bienes, la custodia legal de los descendientes y otras cuestiones…
El divorcio
Es importante insistir que, pese a la separación, para que el matrimonio se disuelva se tiene que tramitar el divorcio. Por eso, alguien que se ha separado pero no divorciado no puede contraer enlace nupcial sin incurrir en bigamia.
Las parejas, por lo general, primero deciden la separación y después inician los trámites de divorcio. Esto permite que, tras la separación y antes del divorcio, la pareja tenga la posibilidad de recomponerse y los cónyuges retomen la vida matrimonial habitual.
Los hijos ante la separación de los padres
Los seres que más sufren en la separación de una pareja son los hijos; que deben acostumbrarse a vivir con uno solo de sus progenitores y adaptarse a un nuevo estilo de vida.
En los últimos años el número de separaciones ha ido en aumento; las personas se unen más por circunstancias puntuales que por un plan en común, y en poco tiempo aquella relación que parecía perfecta se termina. Y finalmente, los niños son los que terminan pagando por las malas decisiones de los padres y los consecuentes cambios que la ruptura provoca en la estructura familiar.
A la vez que cambian las relaciones en el vínculo de la pareja (los padres continúan viéndose pero comportándose de una forma absolutamente diferente), también lo hacen entre padres e hijos. De acuerdo a la edad que éstos tengan, serán más graves o menores las consecuencias de la separación. Por supuesto, también influye muchísimo el modo en el que esa ruptura se lleva a cabo; es decir, se se hace de forma organizada, lo más calma posible y sin riñas o violencia, posiblemente sea más sencillo para los hijos asimilar ese cambio.
Reacciones más frecuentes
Existen muchas formas en las que los niños manifiestan sus sensaciones respecto de esta nueva circunstancia en sus vidas. Algunos se vuelven absolutamente rebeldes, consiguiendo que los padres pierdan el control sobre ellos; otros se encierran en sí mismos y evitan al máximo hablar del tema, convenciendo a todos de que lo han superado. De todas formas existen algunas conductas generalizadas de acuerdo a la edad de cada niño.
*Entre los 2 y los 6 años: Conductas regresivas (como hacerse pis en la cama), problemas con la comida y demostración de apatía con alguno de los progenitores;
*Entre los 7 y los 12 años: Conductas de manipulación, recriminación y sentimientos de culpa que los llevan a cometer acciones arriesgadas;
*En la adolescencia: Asumir conductas de riesgo, rechazo hacia sus progenitores y respuestas impulsivas ante todo lo que les ocurre.