El sufrimiento es el padecimiento, la pena o el dolor que experimenta un ser vivo. Se trata de una sensación, conciente o inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento, agotamiento o infelicidad.
Por ejemplo: “La situación me causó un gran sufrimiento, pero ya me he recuperado”, “Lo peor que le puede pasar a un ser humano es observar el sufrimiento de un ser querido”, “Tomás me pidió que acompañe a Hugo en este momento de sufrimiento”.
Efectos del sufrimiento
Ante el sufrimiento, se produce una serie de emociones o estados, como la frustración o la ansiedad. El sufrimiento emocional también puede tener correlato en el cuerpo a través de la sed o incluso la pérdida de conciencia.
El sufrimiento suele estar asociado al dolor psicológico. Su origen radica en la reacción de un individuo ante un hecho determinado, y no tanto en la realidad en sí misma. En otras palabras, el dolor surge en la mente, y no en la realidad, ya que entran en juego diversas cuestiones como los miedos, los deseos y las exigencias de cada ser vivo.
Como el sufrimiento es inherente a la vida, el ser humano no debería tratar de evitarlo, sino de comprenderlo. En la respuesta ante el sufrimiento está la salida del problema y el camino hacia una existencia más plena. Esto suele ser difícil de entender en medio de una situación conflictiva, especialmente porque el dolor nos bloquea y nos debilita; pero mostrarnos indefensos ante las desgracias es una decisión propia.
El padecimiento animal
Muchas veces, los seres humanos escondemos el sufrimiento de los demás para justificar nuestras malas acciones. Esto se da especialmente en nuestro trato con los demás animales; nuestra especie es la responsable de la creación de mataderos, zoológicos, circos y parques acuáticos, del diseño de técnicas de domesticación y de leyes que nos permiten esclavizar a individuos de otras especies para satisfacer necesidades propias, tales como el transporte de personas y de material de trabajo.
¿Cuántas veces se habla del sufrimiento de una pobre orca que ha sido arrancada de su círculo familiar, de su hogar, para dibujar una sonrisa en los inocentes niños del macabro público que asiste todos los días a un parque acuático? ¿Cuán a menudo nos paramos a pensar en los sentimientos y las sensaciones de una vaca que se cría en un espacio poco mayor a sus propias dimensiones, comiendo sin descanso para engordar y ser sacrificada sin siquiera haber vivido? Por el contrario, se habla de diversión y de alimentación, dos necesidades de todo ser vivo.
El ser humano y la generación de sufrimiento
Es probable que el ser humano sea la única especie capaz de causar sufrimiento innecesario a los demás y a sí mismo. En primer lugar, dado que no tenemos las características físicas para cazar, lo hacemos de manera artificial, yendo contra la voluntad de la naturaleza, que nos privó de garras, dientes filosos, rapidez y sentidos agudos. Pero, además de la violencia física, somos especialistas en dañar emocionalmente a nuestros pares y a otros animales.
Las personas que dedican sus vidas a rescatar animales abandonados y maltratados, por ejemplo, suelen relatar fascinantes historias de aceptación y adaptación por parte de sus afortunados amigos; individuos de especies supuestamente enfrentadas que entablan lazos de amistad, otros que brindan amor y protección a los que peores pasados han tenido, como si la intuición los llevara a cuidar de quienes más lo necesitan. ¿Dónde están las burlas, el desprecio, el abuso de poder? Sólo en nuestro historial.
Estamos tan acostumbrados a atacar y despreciar que nos parece normal. Si alguien tiene sobrepeso, es «el gordo»; si somos blancos y entra en nuestro grupo alguien de tez oscura, lo llamamos «el negro». Y así, como si creyéramos que es nuestro deber, vamos etiquetando a los demás, causándoles sufrimiento con nuestras palabras, reduciendo la vida a una especie de cacería de diferencias, en lugar de aceptarlas y enriquecernos de ellas.