Un vidente es un individuo que dispone de una capacidad sobrenatural para anticipar el futuro o descubrir aquello que no se conoce. Dado que estas facultades son imposibles de comprobar a través del método científico, puede decirse que el vidente se las atribuye a sí mismo sin que se pueda demostrar fehacientemente la validez de su afirmación.
Por ejemplo: “Cuando Mara se perdió, estuve tan desesperado que contraté a un vidente para pedirle que me ayudase a encontrarla”, “El comisario me confesó que muchas veces trabajan con videntes”, “Hace un año consulté a un vidente que me anticipó que todo esto pasaría…”.
El don de un vidente
El vidente, por lo tanto, dice disponer del don de la clarividencia (poder anticipar el porvenir o percibir cosas ocultas). Es importante destacar que la clarividencia supone una habilidad extrasensorial: no se trata de adivinar el futuro con el soporte de una máquina o de la tecnología. Un meteorólogo que anticipa que la semana próxima lloverá no es vidente, sino que es un científico que puede realizar dicha aseveración de acuerdo a sus conocimientos teóricos y al análisis de información suministrada por satélites, computadoras (ordenadores), etc.
Muchos videntes afirman que “ven” el futuro a través de señales físicas que observan en una bola de cristal, en una baraja o en la borra del café, por citar algunas posibilidades. En estos casos, suelen atribuirse la capacidad de decodificar un mensaje sobrenatural o místico que las personas normalmente no detectan.
La importancia de la confianza
El supuesto poder del vidente, en ocasiones, depende de cómo se interpretan sus afirmaciones. Un vidente le puede decir a un hombre que, en los próximos meses, recibirá una “gran noticia”. Lo más probable es que, en algún momento, al sujeto le suceda algo positivo: de este modo, si tiende a creer en el vidente, pensará que éste realmente lo anticipó.
Esta dinámica sustentada en la confianza es la clave del éxito de los videntes. Por lo general, quienes acuden a sus consultas son personas en estado de desesperación o profunda angustia, ya sea por no encontrar una salida a sus problemas personales (grupo en el cual podemos incluir las enfermedades y una situación económica terrible) o bien por el sufrimiento que les causa haber perdido a un ser querido.
Distintas posiciones frente a la actuación de los videntes
Existen muchos detractores de la clarividencia, y suelen basarse en la ya mencionada falta de evidencias científicas de esta disciplina. Así como quienes creen que la religión no es más que un recurso para no sentirnos tan solos en medio de los momentos de tristeza, algunos aseguran que los videntes no hacen otra cosa que lucrar con el sufrimiento y la desesperación de los más débiles.
Por otro lado, existe una franja más neutral, que no ataca a los videntes tildándolos de mentirosos, pero que tampoco apoya su legitimidad, ya que no cuenta con las pruebas suficientes como para creer en ellos. Se trata de un grupo de personas que acepta la posibilidad de que existan cosas más allá de su propia comprensión o de su conocimiento, y por eso no las rechaza categóricamente.
El «Desafío paranormal del millón de dólares»
Uno de los fundamentos más sólidos usados por los detractores es que nadie en la historia reciente se ha sometido con éxito a una prueba científica para verificar la existencia de sus poderes. Desde este punto de vista, si realmente existiesen los videntes no deberían tener inconveniente en ser examinados para que la ciencia validase de una vez por todas la legitimidad de sus habilidades extrasensoriales y el mundo entero comenzara a creer en ellos.
El «Desafío paranormal del millón de dólares», conducido por la Fundación Educativa James Randi, invitó desde 1964 a 2015 a cualquier individuo con poderes sobrenaturales a demostrarlos frente a un jurado y aunque más de mil personas se presentaron ninguna de ellas superó las pruebas.