La locución latina ad hominem se traduce como “a la persona”. Suele usarse en nuestro idioma para la construcción de la expresión argumento ad hominem.
Dirigido al sujeto
Un argumento ad hominem es aquel sustentado en las acciones o las opiniones del mismo individuo a quien está dirigido, con el objetivo de persuadirlo o enfrentarlo. Se trata, por lo tanto, de un argumento que apunta al desconcierto del interlocutor al oponerle sus propios actos o sus dichos.
Muchas veces el argumento ad hominem se enfoca directamente contra el sujeto. Al señalar una característica suya indeseada, cuestionable o poco valorada, se intenta desacreditar su tesis.
Puede decirse que el argumento ad hominem, en este marco, no ataca las afirmaciones del otro, sino directamente a la persona. Su nivel educativo o su clase social, por mencionar dos posibilidades, pueden ser suficientes para vilipendiar su posición.
Estructura fundamental
Así el argumento ad hominem puede adoptar la siguiente estructura:
– Juan sostiene A.
– Existe una característica, cualidad o propiedad de Juan que puede cuestionarse.
– Por lo tanto, A resulta cuestionable.
El alcance de este mecanismo no tiene límites, ni en el campo del saber ni en la razón. En el peor de los casos, una afirmación incuestionable podría ser descartada simplemente por haber sido realizada por una persona a quien no le tienen simpatía. Dicho de otra manera, no importa qué ideas sostenga Juan, ya que la predisposición hacia él es inquebrantablemente negativa, de manera que siempre recibirá una respuesta negativa.
Una falacia
Por supuesto, el eventual descrédito del orador no indica nada sobre la veracidad o la falsedad de sus expresiones. Por eso suele señalarse que el argumento ad hominem es una falacia.
Supongamos que un periodista deportivo afirma que un futbolista jugó un mal partido. Ante este comentario, un exjugador rechaza la opinión destacando que el periodista nunca fue deportista profesional. Como se puede advertir, este es un argumento ad hominem: que el periodista no haya sido futbolista profesional no desacredita su afirmación.
También podemos mirar esta característica de los argumentos ad hominem desde otra perspectiva. En primer lugar, pensemos en dos personas: Marta, a quien se la considera poco fiable, y Jorge, a quien todos respetan; ambos trabajan en la misma empresa, donde alguien lleva semanas robando pequeñas cantidades de dinero de forma astuta. Marta lo descubre, y comunica su hallazgo, pero como nadie se fía de ella, la tildan de mentirosa; Jorge dice que no es posible tal delito, y todos están de acuerdo con él, sin llevar a cabo ninguna investigación.
En este caso, el argumento ad hominem que recibe Marta no sólo la perjudica, ya que le hace sentir que no es digna de respeto, sino que también a la empresa, porque el robo seguirá teniendo lugar. De manera opuesta, Jorge recibe un crédito que no merece, lo cual alimenta su ego, y así continúa la situación como estaba.
Argumento ad logicam
Todo esto nos lleva al argumento ad logicam, también conocido como desde la falacia. En pocas palabras, digamos que el hecho de reconocer que el argumento ad hominem es una falacia no nos debe conducir a otra, que se forme simplemente oponiendo nuestra opinión acerca de las afirmaciones ajenas.
Si Juan es considerado por su entorno una persona de principios cuestionables, por el simple hecho de no caer en un argumento ad hominem no debemos creer que todas sus afirmaciones son válidas. El argumento ad logicam es también una falacia, pero una que surge al creer que un razonamiento opuesto a la lógica es necesariamente falso.
Veamos un ejemplo para entender cómo estos dos conceptos pueden enredarse:
– Juan dice: «los perros tienen cuatro patas y, dado que Pipo tiene cuatro patas, entonces es un perro».
Ante tal afirmación, la refutación es válida sería que «hay muchos animales de cuatro patas, de manera que ese rasgo en sí mismo no es suficiente evidencia para afirmar que Pipo sea un perro». Pero desacreditarlo simplemente por su reputación sería un argumento ad hominem, mientras que creer en él porque este último es una falacia, sería caer en ad logicam.