El albedrío es la voluntad o la autonomía de una persona al actuar. El concepto procede del vocablo latino arbitrīum.
Por ejemplo: «No esperes mis instrucciones: actúa de acuerdo a tu albedrío», «El oficial tomó las decisiones por su cuenta y según su albedrío», «En esta organización existe el libre albedrío, pero cada uno debe hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones».
El libre albedrío
La idea de albedrío por lo general aparece incluida en la noción de libre albedrío, empleada con frecuencia en el ámbito de la religión y la filosofía. El libre albedrío implica que el ser humano dispone del poder para decidir y actuar por su cuenta, sin estar atado a una divinidad o al destino.
Esto supone que las personas no actúan a partir de un condicionamiento, sino que lo hacen de acuerdo a su voluntad. De esta manera, un sujeto que decide una acción es responsable por los efectos de la misma.
La cuestión del libre albedrío ha sido analizada a lo largo de la historia. Si la gente tiene la libertad de actuar con autonomía y, por lo tanto, es responsable de sus actos, es posible sostener que los individuos deben ser castigados o recompensados por la calidad moral de las acciones. Para esto las personas no solo deben tener libertad: también tienen que contar con la capacidad de elegir entre diferentes opciones. En el caso de que existiera un solo camino, no habría libre albedrío posible.
La organización social moderna se basa, en un sentido amplio, en la creencia en el libre albedrío. Por eso quienes delinquen son castigados: se hace al sujeto responsable de las consecuencias de sus acciones.
La mirada de la psiquiatría y la neurología
En los ámbitos de la psiquiatría y la neurología, el concepto de libre albedrío tiene una gran importancia ya que existen ciertos desórdenes en los cuales el paciente parece ir en contra de su propia voluntad, como si un problema de su cerebro le impidiera hacer uso de esa libertad que supuestamente nos caracteriza.
Un claro caso de conflicto entre el libre albedrío y un trastorno de la mente se da en el desorden obsesivo-compulsivo, cuyo rasgo principal es que el paciente se ve agobiado por la necesidad de llevar a cabo determinadas acciones que, si bien están en contra de su propia voluntad, las interpreta de la forma opuesta. Por ejemplo, una persona que se siente obligada a lavarse las manos muchas veces al día, puede llegar a creer que está siguiendo sus propios deseos, aunque se trate de todo lo contrario.
Por otro lado se encuentra el síndrome de Tourette, el cual comienza en los primeros años de la infancia y se caracteriza por la presencia de diversos tics de tipo vocal (fónico) y físico (motor), los cuales suelen variar en intensidad e incluso desaparecer por temporadas. Algunos tics pueden ser crónicos y otros, transitorios; además, es posible suprimir algunos de ellos durante un tiempo.
En la mayoría de los casos, la severidad de los tics decrece cuando los pacientes alcanzan la adolescencia, y por eso este síndrome no suele ser diagnosticado de manera adecuada. Otro factor que influye en el hecho de que pase desapercibido por la ciencia es que no suele manifestarse de forma violenta, es decir que muchos casos son relativamente leves y no son determinantes en la inserción social de la persona.
El síndrome de la mano ajena, alienígena o extraña provoca que el paciente realice movimientos con sus miembros superiores imposibles de controlar y contrarios a su propia voluntad. Como puede apreciarse, el libre albedrío no es algo que todos podamos dar por sentado, ya que algunas enfermedades nos impiden hacer uso de él.