Un ángulo es una figura de la geometría que se forma por dos semirrectas que comparten el mismo vértice como origen. El adjetivo cóncavo, que proviene del vocablo latino concăvus, alude por su parte a aquello que exhibe una curva hacia dentro.
La idea de ángulo cóncavo suele entenderse con relación a la noción de ángulo convexo. Para esto debemos considerar que, en un mismo plano, dos semirrectas que no se encuentran alineadas ni son coincidentes y que comparten origen, siempre dan lugar a dos ángulos: un ángulo cóncavo y un ángulo convexo. El ángulo cóncavo es el más amplio, mientras que el ángulo convexo es el que tiene la amplitud menor.
Para evaluar la dirección de la curva que exhiben estos ángulos, es necesario un punto de vista: cuando decimos «hacia dentro», hacemos referencia a una curva que se aleja del observador y «se adentra» en el círculo imaginario que completan el ángulo convexo y el cóncavo. Del mismo modo, el ángulo convexo tiene su punto central más prominente que el resto, es decir que se encuentra más cerca del observador y sobresale de dicho círculo.
Características de un ángulo cóncavo
Los ángulos cóncavos, también llamados ángulos entrantes o ángulos reflejos, miden más de 180° pero menos de 360°. Esto quiere decir que los ángulos cóncavos nunca son nulos (0°), agudos (más de 0° y menos 90°), rectos (90°), obtusos (más de 90° y menos de 180°), llanos (180°) ni completos (360°). Distinto es el caso de los ángulos convexos, que pueden ser agudos, rectos u obtusos, ya que miden más de 0° y menos de 180°.
A modo de simplificación, para que resulte fácil distinguir entre los ángulos cóncavos y los convexos, suele decirse que los cóncavos son los que miden más de 180° y que los convexos, los que miden menos de 180°. De todos modos, hay que aclarar que los ángulos de 360° son ángulos perigonales o completos, y no cóncavos, una particularidad que los deja afuera de esta clasificación simplificada.
El caso de los espejos y de las pantallas
Estos conceptos tienen muchas aplicaciones que exceden los límites de las matemáticas y la física, ya que se aprovechan en la fabricación de diversos productos, entre los cuales podemos destacar los espejos y las pantallas de televisor. En el primer caso, los espejos convexos permiten ampliar el campo de visión del observador, y por eso se utilizan en los estacionamientos, en los coches y en ciertos cruces muy transitados, para minimizar el riesgo de accidentes automovilísticos.
Con respecto las pantallas de televisor, en el año 2013 las compañías coreanas Samsung y LG presentaron al mundo los primeros diseños basados en un ángulo cóncavo, algo que llamó poderosamente la atención, dado que los consumidores llevaban años contentos con sus monitores planos. Pero, lejos de ser una decisión arbitraria o la intención de establecer una moda pasajera, se basa en una característica incuestionable de nuestra propia anatomía: nuestros ojos son curvos, y su convexidad se complementa perfectamente con la concavidad de estas pantallas.
El ángulo cóncavo en el cine y en los televisores
El uso de un ángulo cóncavo para la fabricación de pantallas ya había sido experimentado en varias salas de cine, y los expertos aseguran que ofrece un mayor grado de inmersión en el contenido. Mientras que en un primer momento el público temió que la imagen se viese distorsionada por la curvatura, los fabricantes sostienen que eso ocurre con las pantallas planas, donde todos los puntos de la escena se encuentran a la misma distancia de nuestros ojos, algo que no puede ocurrir en la realidad.
Si observamos un edificio muy ancho, los bordes de nuestros ojos captarán la imagen a una distancia levemente diferente que el centro, y eso genera una cierta distorsión que resulta natural a nuestra especie. Por eso, el ángulo cóncavo de los televisores modernos sirve para ofrecer una experiencia más realista y fácil de descodificar para el cerebro que todas las propuestas anteriores.