Beato es una noción que proviene del vocablo latino beātus. Como adjetivo, puede calificar a aquel bienaventurado o que fue beatificado por un papa de la Iglesia católica.
La idea también puede usarse como sustantivo para nombrar al individuo devoto que acude a un templo con frecuencia; al sujeto que, sin instalarse en comunidad, usa un hábito religioso; y a la mujer que lleva hábito religioso y que realiza actividades en nombre de su comunidad.
El concepto
Por lo general se llama beato a la persona fallecida que puede ser honrada a través de un culto una vez que el papa haya certificado sus virtudes. La beatificación es uno de los pasos hacia la canonización: antes de ser considerado como santo, el individuo en cuestión es declarado siervo de Dios, luego venerable y en una tercera etapa, beato.
La Congregación para las Causas de los Santos es el organismo de la Santa Sede que tiene la función de analizar la posible beatificación de una persona. Esta entidad estudia las virtudes, las obras y los milagros del potencial beato para, finalmente, concretar la declaración en cuestión.
Ejemplos de beatos
A lo largo de la historia, han existido muchos individuos considerados beatos por la Iglesia católica, tanto mujeres como hombres. Uno de los tantos ejemplos fue Marianna Biernacka, nacida en Lipsk (Polonia) en 1888. Se trata de una de las ciento ocho personas que Juan Pablo II beatificó justo un siglo después de su nacimiento, en 1999.
Marianna nació en el seno de una familia cristiana ortodoxa, pero a los diecisiete años se convirtió al catolicismo. Tres años más tarde se casó con Ludwik Biernacki y tuvo seis hijos. Tras enviudar, se alojó en la casa de uno de sus hijos.
En 1943, cuando los nazis invadieron Lipsk y llevaron a cabo una cruel ejecución masiva para vengar la muerte de sus soldados en una aldea cercana, intentaron capturar a su hijo y su esposa, la cual estaba embarazada, pero Marianna rogó que la ejecutaran a ella en su lugar; y así hicieron, quitándole la vida a los cincuenta y cinco años de edad de un disparo a sangre fría.
Por otro lado tenemos la historia de Sebastián de Aparicio Prado, un franciscano español nacido en Reino de Galicia en 1502, cuyo trabajo como misionero fue digno de admiración. A la edad de 31 años se trasladó a Nueva España, un virreinato situado en América del Norte a cargo de la Corona cuando tenía bajo su dominio el llamado Nuevo Mundo, desde el siglo XVI hasta el XIX. Allí realizó diversas tareas que impulsaron la ganadería y el crecimiento económico, hasta que cuatro décadas más tarde se entregó de lleno a la vida religiosa.
Carlos de Blois, por su parte, nació en la ciudad francesa de Blois en 1319 y ostentó los títulos de barón, señor, conde y duque. La Iglesia católica lo apodó Carlos el Santo, aunque no ha sido santificado. Entre las razones por las cuales fue reconocido se encontraban su forma de ser y sus virtudes. Luego de su fallecimiento, en el sitio de su sepulcro comenzaron a tener lugar diversos milagros, según contaron los peregrinos.
Códices medievales
Se llama beato, por otra parte, a los códices realizados en la Edad Media que reproducen los comentarios hechos por el monje conocido como Beato de Liébana acerca del Apocalipsis.
Existen más de treinta beatos que se conservan al menos parcialmente. Estos códices fueron escritos entre los siglos X y XIII para copiar el “Commentarium in Apocalypsin” de Beato de Liébana.
Entre los beatos más conocidos se encuentran el “Beato de Fernando I y doña Sancha”, el “Beato de San Miguel de Escalada” y el “Beato de San Millán de la Cogolla”.