El adjetivo casquivana se emplea para calificar a una persona que lleva una vida sexual libre, sin atarse a vínculos formales ni a compromisos. La noción también se aplica a quien actúa de forma irresponsable o insensata y a aquello que es una consecuencia de ese tipo de conductas.
Por ejemplo: “De joven era casquivana, hasta que conocí a Adrián y me casé”, “Mi hijo es un casquivano que vive de fiesta”, “Esta ciudad tiene una historia casquivana desde el mismo momento de su fundación”.
El concepto, por lo general, está dedicado a las mujeres. Sin embargo, el tipo de comportamiento al que alude su significado también es desarrollado por los integrantes del género masculino. Por eso hay sexólogos que advierten sobre el machismo implícito en asociar la idea de casquivana solo a la sexualidad femenina.
Lamentablemente, el machismo en nuestra lengua se puede apreciar en demasiados casos, tanto en el uso de ciertos vocablos que desprecian a la mujer de forma casi arbitraria como en la obligación que nos impone de usar algunas palabras en género masculino incluso cuando deseamos hacer referencia a personas de sexo femenino.
La sexualidad es un tema especialmente controvertido para las sociedades modernas, por contradictorio que parezca, y cuando los protagonistas son las mujeres o los homosexuales se vuelve un terreno aún más escabroso. Mientras que al hombre heterosexual se le permite llevar la vida que desee en lo que al uso de su cuerpo se refiere, de la mujer heterosexual se espera una conducta intachable, que comienza por el respeto de la virginidad hasta el casamiento y continúa con la extrema fidelidad en el matrimonio.
Desde un punto de vista tan cerrado, no parece haber lugar para una vida sexual libre, fuera del ámbito del matrimonio, con más de una persona. Y es precisamente cuando las mujeres cruzan esa línea para ser hacer un uso pleno de su cuerpo que la opinión pública les echa las tradiciones encima y las critica duramente. Cuando un hombre mantiene relaciones sexuales con varias mujeres, en cambio, su entorno celebra su comportamiento.
En definitiva, podemos decir que el adjetivo casquivano/a sirve para describir una forma de vivir la sexualidad que, de acuerdo con el punto de vista, puede parecer falta de responsabilidad o de compromiso, pero que también puede ser perfectamente aceptable para personas que entienden la vida de otra manera, más moderna y sin tantas estructuras en lo que al contacto físico se refiere.
Puede decirse que un individuo casquivano elige mantener relaciones íntimas de acuerdo a sus deseos, sin formalizar el vínculo con su pareja. Es decir: no necesita establecer un noviazgo o un matrimonio para disfrutar su sexualidad con otra persona. La persona casquivana, en este marco, es aquella que busca gozar del momento sin planificar el futuro y sin adquirir obligaciones.
Más allá de la sexualidad, el término casquivana puede hacer mención a quien busca diversión y no tiene intención de asumir responsabilidades. Un joven que sale de fiesta todas las noches, no formaliza ningún vínculo sentimental y no trabaja ya que vive de la herencia que le dejaron sus padres puede ser calificado como casquivano.
Una de las expresiones asociadas a este concepto, que según el diccionario de la Real Academia Española puede ser usado como sinónimo, es la locución adjetiva coloquial «alegre de cascos» (en lugar de «alegre» también se acepta «barrenado»); su significado es «de poca reflexión, de poco asiento». Si nos centramos específicamente en el término «casquivana», en género femenino y con los matices machistas antes mencionados, encontramos los sinónimos frívola, coqueta y ligera, así como el antónimo puritana.