Una ciudad inteligente es una localidad que hace uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para incrementar la calidad de vida de sus habitantes y propiciar un desarrollo sostenible. El concepto refiere al aprovechamiento de las herramientas tecnológicas para brindar soluciones en materia de servicios públicos, movilidad y participación ciudadana, por ejemplo.
Procedente de la expresión inglesa smart city, la noción se asocia a la puesta en marcha de medidas para lograr una mayor eficiencia energética, la creación de sistemas avanzados de estacionamiento y la implementación de iniciativas de gobierno abierto, por mencionar algunas posibilidades. La premisa de una ciudad inteligente es emplear los avances tecnológicos para satisfacer las necesidades de los ciudadanos.
Características de una ciudad inteligente
No existe una definición exacta de ciudad inteligente ni un listado preciso de las características de estas urbes. El concepto es amplio y muchas veces se esgrime desde el marketing sin demasiado sustento.
A grandes rasgos, existe un consenso respecto a que una ciudad inteligente utiliza la tecnología para satisfacer las demandas sociales sin comprometer la sostenibilidad. Más allá de la aplicación en sí misma de los recursos digitales y virtuales, una ciudad inteligente también debe contar con una planificación que sea fruto de un estudio pormenorizado y hecho por especialistas sobre las necesidades y las posibilidades existentes. Dicho de otro modo, no alcanza con usar tecnología si dicha utilización no se enmarca en una planeación racional.
Por otra parte, debe considerarse que una ciudad puede ser «inteligente» en algún aspecto (adoptando energías renovables mediante paneles solares urbanos, por indicar una posibilidad), pero no alcanzar dicho estatus en otras áreas. Asimismo la consideración acerca de la «inteligencia» puede cambiar, ya sea a favor o en contra, con el paso del tiempo.
Sus pilares
Partiendo del empleo de las TIC, una ciudad inteligente trabaja en varios aspectos:
- Edificios inteligentes: Para reducir el consumo energético y de agua.
- Iluminación inteligente: Recurriendo a sensores, opciones de bajo consumo, etc.
- Transporte público inteligente: Minimizando las demoras para los pasajeros y optimizando los desplazamientos de las unidades.
- Tráfico inteligente: Implementando plataformas de gestión de tráfico y semáforos inteligentes para mejorar eficiencia del flujo vehicular.
- Vigilancia inteligente: A través de tecnologías de reconocimiento facial y otros recursos.
Las medidas que pueden aplicarse son casi incontables. Puede decirse que una ciudad inteligente favorece la participación ciudadana en línea, con lo cual se necesitan aplicaciones móviles municipales y plataformas de colaboración ciudadana para facilitar que los vecinos se involucren. En esa administración electrónica también son claves las plataformas de datos abiertos.
Como parte del cuidado del medio ambiente, se puede llevar a cabo una medición de huella de carbono para analizar qué acciones conviene ejecutar. Promover que se compartan coches (carsharing) y bicicletas (bikesharing) a través de una app e instalar infraestructura de carga para vehículos eléctricos, en este marco, ayuda a reducir las emisiones contaminantes vinculadas a la movilidad.
Desarrollar servicios de telemedicina, asimismo, puede contribuir al acceso a la sanidad. Algo similar puede señalarse sobre la educación digital y remota, que amplía el alcance de las prestaciones educativas al ir más allá de la escuela o la universidad como espacio físico.
Ejemplos de ciudad inteligente
Un ejemplo de ciudad inteligente es Masdar, en Emiratos Árabes Unidos. Se trata de una localidad proyectada en 2006 y cuya construcción empezó en 2008, siguiendo preceptos de sostenibilidad. La totalidad del consumo energético de Masdar se cubre con energía solar, mientras que sus construcciones se desarrollan siempre con un elevado porcentaje de materiales reciclados.
Con una superficie de 6 kilómetros cuadrados, Masdar cuenta con una torre que capta y redistribuye el viento. Sus cerca de 4.000 habitantes se movilizan sobre todo en monopatín, bicicleta o coches eléctricos.
Por supuesto, no siempre puede levantarse una ciudad desde cero para seguir los criterios smart. La gran mayoría de las localidades deben adaptarse e introducir cambios de manera paulatina.
De este modo, encontramos ejemplos de medidas que hacen a una ciudad inteligente en Barcelona (que cuenta con contenedores inteligentes y alumbrado público basado en LED), Seúl (que recurre a robots autónomos para patrullar las calles), Copenhague (utiliza el big data para reducir el consumo de agua y energía y definir las políticas de urbanismo) y Canberra (con una red de autobuses eléctricos).
Principales desafíos
La evolución hacia ciudades inteligentes requiere superar múltiples obstáculos y desafíos. Como primer punto, se necesitan recursos económicos y técnicos para llevar a cabo las transformaciones, los cuales no siempre están disponibles dadas las urgencias que se enfrentan en el día a día.
Contar con una buena infraestructura de fibra óptica, conectividad satelital y sensores urbanos son algunos de los requerimientos para la transición. Esto contribuiría a promover la Internet de las cosas (IoT) y a incursionar con herramientas de inteligencia artificial (IA), por ejemplo.
Ningún progreso es posible, de todos modos, si no se trabaja en la reducción de la brecha digital. Una ciudad no puede ser «inteligente» si dispone de drones para logística y jardines verticales automatizados pero, a la vez, tiene habitantes sin acceso a Internet o analfabetos tecnológicos.