El concepto de cociente, término cuyo origen se remonta al vocablo latino quotiens (de quot, “cuantos”), tiene dos grandes aplicaciones. En el campo de la matemática, se conoce como cociente al resultado al que se llega tras dividir un número por otro. En este sentido, el cociente sirve para indicar qué cantidad de veces el divisor está contenido en el dividendo.
Al efectuar una división entre 8 y 4, por ejemplo, se obtiene como resultado el número 2 (8 / 4 = 2). En esta operación, 8 es el dividendo, 4 es el divisor y 2 es el cociente. Al multiplicar el divisor y el cociente, volvemos a obtener el dividendo (4 x 2 = 8), siempre que el resto sea 0. En caso de que el resto no sea igual a 0, habrá que sumarlo al resultado de la multiplicación entre el divisor y el cociente para llegar al dividendo.
El cociente intelectual
La otra acepción de la palabra cociente está vinculada al cociente de tipo intelectual, también denominado coeficiente intelectual. Se trata de un número que se calcula gracias a los datos recogidos a partir de un test de inteligencia para medir la habilidad cognitiva de una persona y compararla con los otros integrantes de su grupo de edad.
El resultado del cociente intelectual se abrevia como CI o IQ, de acuerdo a la sigla de intelligence quotient. El estándar señala que el CI medio o normal de un grupo de edad es 100. Las personas que tienen un CI superior (como 110 o 112), se encuentran por encima de la media. En cambio, si el resultado es inferior a 100 (96, 94), el individuo es menos inteligente que la media, al menos en cuanto a los aspectos cuantificables del test.
La persona cuyo CI se encuentra por encima del 98% de la población es considerada como superdotada y goza de una inteligencia superior que excede los parámetros normales.
El concepto en el espectro autista
En el año 2001, el Centro para la Investigación del Autismo de Cambridge publicó, de la mano de Simon Baron-Cohen, un cuestionario de 50 preguntas cuya función es conocer en qué grado una persona con una inteligencia considerada normal manifiesta los rasgos típicamente asociados al autismo. Fue popularizado por la conocida revista Wired y suele utilizarse para autodiagnosticar el síndrome de Asperger, aunque no haya sido éste el propósito de su creación.
Las preguntas del cuestionario, que más bien son afirmaciones, presentan las siguientes posibles respuestas: «Acuerdo total», «Acuerdo Parcial», «Desacuerdo Parcial» y «Desacuerdo Total». Un ejemplo del test para adultos es la oración «A menudo percibo ligeros sonidos que los demás no aprecian». Los temas se dividen en habilidades sociales, de comunicación, la imaginación, atención que se presta a los detalles y la tolerancia a los cambios. Cada elección de tipo autista suma un punto al total.
A pesar del carácter de autoevaluación de las distintas versiones del cuestionario, dado que cualquier persona puede acceder a ellas y comprobar los resultados con ayuda de las instrucciones, también públicas, sus creadores recomiendan consultar a un profesional ante puntuaciones elevadas. Claramente el propósito del test es orientar y no, diagnosticar.
La Universidad de Cambridge utilizó el cuestionario para intentar hallar alguna relación entre la habilidad para las matemáticas y las ciencias, y el autismo. Para ello, evaluó a un grupo de ganadores de la Olimpíada Matemática Británica, y obtuvo una media de 24, un valor considerablemente elevado. Incluso, hubo participantes que puntuaron 32 o más, y algunos de ellos resultaron tener rasgos de Asperger; sin embargo, ante la falta de angustia, característica sobresaliente de quienes sufren de dicho síndrome, no fueron diagnosticados formalmente.