Condescendencia es la acción y efecto de condescender (acomodarse al gusto o la voluntad de alguien por bondad o indolencia). Por ejemplo: “No me trates con condescendencia: quiero que me digas la verdad”, “El abuelo miró al niño con condescendencia y se fue”, “La condescendencia, en este caso, es necesaria”.
Se trata de un concepto cuyos límites son difusos y su definición, poco precisa. Ser condescendiente no es lo mismo que permitir cualquier cosa, como una situación o una acción que cause daño o vulnere los derechos de otro. Tener la capacidad de adaptarse a la voluntad de otra persona y mostrar flexibilidad, asimismo, no debe convertirse en conformismo o falta de responsabilidad.
La condescendencia, por lo tanto, no debe avalar la ineficiencia o la incapacidad. Es importante que cada individuo exija aquello que le corresponde y que reclame o se manifieste cuando no se cumpla con eso.
La condescendencia como una renuncia
Es posible entender la condescendencia como el acto de descender a un estado menor, renunciando a privilegios de rango o jerarquía. En este caso, la condescendencia implica otorgar honores a alguien de una posición o categoría inferior.
A pesar de que el diccionario de la RAE no incluya una acepción negativa de la palabra condescendencia, en el habla cotidiana suele utilizarse para describir una situación en la cual una persona desprecia a otra a nivel intelectual. Uno de los ejemplos más comunes se puede advertir durante la explicación de un concepto haciendo uso de términos excesivamente simples de entender, o bien resaltando cuestiones básicas que sin lugar a dudas el interlocutor conoce de antemano.
Del mismo modo, es muy común que se trate a los niños y a los animales con condescendencia, dado que son dos objetivos comunes de la subestimación por diversas razones relacionadas con la cultura. Frases como «cuando seas grande lo entenderás» o ciertas entonaciones utilizadas al hablar, que tienden a exagerar cada sílaba y a expresarse en forma lenta y con multitud de interjecciones y onomatopeyas, son claros ejemplos de un modo condescendiente de tratar a otro ser vivo.
Su vínculo con la soberbia
En este sentido, no cabe duda de la relación entre este concepto y la soberbia, el hecho de creerse más inteligente e importante que los demás.
Como es de imaginarse, este trato no resulta agradable para nadie que sea consciente de estar recibiéndolo, ya que denota un desprecio y una falta de confianza en las capacidades ajenas. Sin embargo, este fenómeno tiene lugar en muchos ámbitos de la vida en sociedad, y no siempre es tan evidente.
La condescendencia en la religión
Para la religión, la condescendencia de Dios es el descenso de Cristo a la Tierra para vivir como un hombre.
Se reconocen dos condescendencias divinas: la primera consistió en el descenso del Padre Inmortal a la Tierra para que la Virgen María pudiese llevar en su vientre a su hijo, Jesús; la segunda tuvo lugar cuando nació su hijo y enfrentó los pecados del ser humano para redimirlo. El envío de Jesucristo a la Tierra es considerado por la religión como un regalo por parte de Dios, dado que su misión era salvarnos.
Si se toman en cuenta los sufrimientos que debió atravesar Jesús, según los relatos bíblicos, a lo largo de su paso por nuestro mundo, es entendible que el término escogido para describir su venida sea condescendencia, especialmente por su entrega, por la compasión que, en teoría, lo llevó a enfrentar su destino.
La condescendencia, en definitiva, suele entenderse como un acto piadoso o una aceptación que se realiza para no herir a alguien o para darle un gusto. Aceptar compartir un plato que no nos gusta con alguien porque esta persona se tomó el trabajo de prepararlo y no queremos lastimarla es un acto de condescendencia.