Con origen en el vocablo latino conventionālis, convencional es un adjetivo que alude a aquello vinculado a un convenio: es decir, a un acuerdo o un pacto. El concepto también puede referirse a aquello establecido por tradición y a lo que resulta poco original.
Por ejemplo: “Los analistas advirtieron que se está desarrollando una guerra no convencional en Oriente Medio”, “Las autoridades decidieron eliminar la rotonda y construir un cruce convencional”, “El libro premiado es una novela convencional, sin elementos innovadores”.
Surgimiento de lo convencional
Lo convencional muchas veces surge de una costumbre y, de este modo, hace mención a lo que respeta los principios, los valores o las normas que son aceptados por la mayoría. Un vestuario convencional para un hombre que decide cenar en un restaurante de Argentina, por citar un caso, podría incluir un pantalón vaquero (jean) y una camisa. En cambio, un traje de baño no forma parte del vestuario convencional para este tipo de ocasiones.
Es importante aclarar que las convenciones pueden ser positivas, negativas o neutrales, aunque el hecho de que una serie de costumbres o reglas se vuelvan convencionales no es en sí mismo bueno o malo, sino un fenómeno que se da naturalmente como resultado de la forma en la que nos organizamos como sociedad. El problema comienza cuando una convención oprime a un grupo de gente, solamente porque no comparta sus ideas.
Si retomamos el ejemplo de la vestimenta que resulta convencional en un restaurante, es fácil entender que no se trata de algo «bueno» sino de la forma en la que los hombres de ese país suelen vestir al frecuentar estos establecimientos; por lo tanto, no podríamos acusar a alguien que decida vestir una camiseta, bermudas y unas sandalias de «criminal», ya que con su conducta no causa ningún perjuicio a nadie. Sin embargo, es probable que algunas tiendas le prohíban el ingreso, basándose simplemente en que su vestimenta no es convencional.
El amor homosexual
Aquí entramos en un terreno bastante escabroso, ya que las convenciones suelen ser usadas para estigmatizar a aquellos que no las apoyan, etiquetándolos de personas inmorales, de vándalos o de pervertidos, entre otras tantas calificaciones espantosas. Los ejemplos de esta nueva versión de la caza de brujas son numerosos en la actualidad, pero entre los más destacados se encuentra el repudio hacia la homosexualidad.
Una relación de pareja entre dos personas del mismo sexo es considerada anticonvencional en muchas partes del mundo, así como su unión en matrimonio, la cual se condena con aún más severidad. La homofobia dispara términos como «indecencia» y «perversión», y apoya sus ideales con la violencia física y verbal hacia las personas homosexuales, agrediéndolas o matándolas, desterrándolas y obligándolas a vivir en barrios marginales, entre otras consecuencias atroces que se aplican según el país y la época.
Se cree que la pareja convencional está formada por un hombre y una mujer; sea esto cierto o no, no deberíamos darle a «convencional» el matiz de «aceptable» o «correcto», ya que de ese modo anulamos en una fracción de segundo la validez de millones de lazos, de millones de vidas.
Lo convencional en diversos ámbitos
Las armas convencionales, por otro lado, son las que se emplean tradicionalmente en los conflictos bélicos, como las ametralladoras o los lanzamisiles. Otras alternativas, como las armas químicas y las armas biológicas, se definen como no convencionales.
Un privilegio convencional, en este marco, es aquel que se otorga a través de un convenio que se suscribe con el privilegiado. Un retracto convencional, por su parte, es un retracto (un derecho que permite a alguien hacerse, por el valor de su precio, con algo vendido a otro) que se instituye mediante un pacto en una operación de compraventa para que el vendedor pueda recuperar el bien vendido.