El convencionalismo es la doctrina filosófica que trata los principios a modo de convenciones. El término también puede aludir a la conducta o la regla que se considera convencional: es decir, que se ajusta a las normas que son aceptadas por la mayoría.
Como corriente del pensamiento, el convencionalismo se centra en los valores, las costumbres y las prácticas que regulan el comportamiento individual y el comportamiento social, indicando que no se sustentan en una realidad exterior sino en los pactos que se establecen en un grupo. La noción tiene aplicaciones en la ética, la lógica, la gramática y el derecho, entre otras áreas.
El convencionalismo en la filosofía
El convencionalismo en la filosofía sostiene que las teorías de la ciencia no surgen del universo objetivo. Por el contrario, nacen del acuerdo que se alcanza entre los científicos. Según esta posición, el conocimiento carece de un contenido construido desde la objetividad.
Para el convencionalismo, si bien las teorías se desarrollan a partir de una práctica y revelan un aspecto específico de la realidad, es posible abstraerlas de su base real para emplearlas como instrumentos. Puede decirse que la aplicación del convencionalismo deriva en el idealismo empírico o subjetivo.
El convencionalismo, en este marco, privilegia lo conceptual sobre lo sensorial. De acuerdo al francés Henri Poincaré (1854-1912), considerado uno de los impulsores del convencionalismo filosófico, existe un sistema conceptual que hace posible la identificación y la descripción de los fenómenos.
Dicho de otra manera, las leyes científicas son convenciones que posibilitan la predicción de los hechos observables. Siguiendo con esta línea de pensamiento, lo que suele llamarse verdad es una elección de principios que se realiza de modo arbitrario.
La noción en la lingüística
En el campo de la lingüística, el convencionalismo se integra a la filosofía del lenguaje como una línea del pensamiento que enarbola el carácter independiente del significante respecto del significado.
Mientras que los naturalistas manifiestan que entre el pensamiento, la palabra y la realidad no existe una relación necesaria, los convencionalistas hacen alusión a que las lenguas surgen por convención entre las personas. Así, el vínculo que se forja entre el significante y el significado es arbitrario.
Cabe resaltar que, en un signo lingüístico, el significante es el aspecto que puede percibirse (o sea, la forma sensible), siendo el significado el concepto abstracto que se le asocia. Ambos (significante y significado) aluden a un referente del mundo real.
Para el convencionalismo, la relación entre los sonidos que se articulan en una palabra y el elemento al cual el término designa no es natural, sino artificial y convencional. No hay algo espontáneo que vincula a la palabra “lago”, por ejemplo, con aquello que nombra (un cuerpo de agua).
Convencionalismo social
Un convencionalismo social es una regla que debe respetarse para que la convivencia en la sociedad sea pacífica o para que la conducta se ajuste a aquello que se considera apropiado en determinadas circunstancias.
Estos convencionalismos son, por lo tanto, códigos sociales que establecen cuál es el comportamiento adecuado o el comportamiento esperado en una cierta situación. Hay una convencionalidad ya que, de manera implícita o explícita, los integrantes de una comunidad acuerdan respetarlos: quien no da conformidad y actúa contradiciendo ese código cultural, incurre en una falta.
Los convencionalismos están asociados al conservadurismo. Las convenciones de comportamiento definen qué criterios deben respetarse para desenvolverse con decoro o decencia. Se pueden relacionar los convencionalismos, pues, con formalismos, etiquetas y modales. Tienen implícito un mandato social sobre los modos aceptados, que así se convierten en normas de convivencia o normas de conducta.
Si una práctica cultural escapa de los convencionalismos y no forma parte de los usos y costumbres del conjunto, puede constituirse como un tabú que provoca una condena.
La moral
La moral se compone de las reglas, las tradiciones y los hábitos que, en una comunidad, se toman como apropiados o buenos. Aquello conforme a la moral, por lo tanto, es correcto; lo inmoral, en cambio, es incorrecto.
Los convencionalismos, en este contexto, suponen un código moral. Una convención social tiene que ser respetada: quien la incumple, puede ser repudiado o sancionado de distintas maneras.
Hay convenciones de comportamiento generales y otras más específicas, como convenciones de educación, convenciones de comunicación, convenciones de trabajo y convenciones de vestimenta. Incluso existen las convenciones de género y las convenciones lingüísticas.
Si alguien recibe un obsequio y no agradece, viola una convención de educación. También está en falta la persona que no responde a un saludo. Por supuesto, estos incumplimientos no son castigados con dureza ni formalmente.
No se puede dejar de señalar que los convencionalismos pueden modificarse con el tiempo. El código de vestimenta que se consideraba apropiado para ir a la playa no es el misma hoy que hace cincuenta o sesenta años; el comportamiento esperado de una mujer en la actualidad difiere de lo que marcaban las convenciones del siglo pasado. Esto se debe a que los acuerdos sociales no son inmutables, sino que se adaptan al momento histórico y evolucionan con los cambios de la cultura.