Concretizar algo abstracto
Se puede cosificar cualquier concepto abstracto, como ser la «tristeza».
Supongamos que un novelista escribe: “El anciano tomó la tristeza con sus manos y la arrojó violentamente contra el piso, haciéndola estallar”. Como se puede apreciar, en este caso, el escritor convierte un sentimiento en un elemento que se puede tomar con las manos, e incluso se puede romper.
Por lo tanto, una idea, concepto o abstracción, se puede transformar en algo palpable, físico o material. Al cosificarla, le otorgamos características propias de los objetos tangibles. Es una forma de representar o simplificar algo complejo, reduciéndolo a una entidad concreta y perceptible, asignándole cualidades físicas o atribuyéndole una forma física con el fin de hacerlo más comprensible o fácilmente manipulable.
La cosificación puede ser utilizada como una herramienta cognitiva para entender mejor o comunicar algo que, de otra manera, sería difícil de conceptualizar. Sin embargo, también puede tener implicaciones negativas, especialmente cuando se utiliza en contextos sociales o humanos. En este sentido, la cosificación puede ser vista como un proceso que reduce o degrada la dignidad y el valor de las personas, tratándolas como simples objetos o mercancías.
Cosificar a una persona
Cosificar también es reducir a un ser humano a la condición de cosa. Ésta es la segunda acepción que podemos encontrar en el diccionario de la RAE. Se trata del uso más habitual del concepto en la actualidad, ya que suele hablarse de la cosificación de la mujer.
Cosificar a una mujer implica verla como un objeto sexual. Es decir, se la despoja de sus múltiples atributos y cualidades y se la considera simplemente como un medio para la obtención de placer.
De acuerdo al feminismo, muchas veces los medios de comunicación contribuyen a cosificar a la mujer. Exhibir chicas desnudas o con poca ropa en programas de televisión o publicidades, por mencionar una posibilidad, suele ser señalado como una forma de cosificación.
La cosificación de la mujer se basa en la idea de que las mujeres existen principalmente para el placer visual y sexual de los demás, y que su valor radica únicamente en su atractivo físico y en su capacidad de cumplir con los estándares de belleza impuestos por la sociedad. Las mujeres son representadas como objetos pasivos y disponibles para el consumo o la satisfacción de los deseos masculinos, y se les niega su autonomía, inteligencia y habilidades más allá de su apariencia física.
Para el marxismo
Para el marxismo, la cosificación o reificación aparece cuando una persona es tomada como si fuera un objeto. Los vínculos sociales, en este marco, también se cosifican cuando se convierten en vínculos de consumo.
Los pensadores marxistas sostienen que el trabajo humano fue cosificado al ser convertido en mercancía. Puede decirse que los obreros, de manera similar, son cosificados al desempeñarse como operarios en una cadena de montaje. En otras palabras, la cosificación se manifiesta en el hecho de que las relaciones entre las personas se vuelven mediadas por las cosas que producen y venden en lugar de establecerse directamente entre ellas.
En este marco, la cosificación es un concepto que está estrechamente relacionado con la crítica marxista al capitalismo y a la alienación. Según el marxismo, en una sociedad capitalista, las relaciones sociales se caracterizan por la cosificación debido a la forma en que la producción y el intercambio están organizados. En un sistema de este tipo, las personas producen bienes y servicios para su venta en el mercado, con el objetivo de obtener ganancias. Los productos del trabajo humano se convierten en mercancías que adquieren un valor de intercambio y se separan de su utilidad real para satisfacer las necesidades humanas.