La cromatografía es un método químico que permite separar los componentes que integran una mezcla, distribuyéndolos en dos fases. Una de las fases es estacionaria (sus elementos se encuentran en reposo), mientras que la otra es móvil (sus elementos se mueven).
Separar para analizar
Esta técnica posibilita la separación de los componentes para su posterior análisis. A nivel general, lo que se hace es mover la mezcla sobre un soporte, haciendo que las sustancias se ubiquen en distintos lugares. Las sustancias que se mantienen en movimiento forman la fase móvil, mientras que aquellas que se van separando integran la fase estacionaria.
Además de propiciar la separación de los componentes, la cromatografía también se utiliza para la medición de la proporción de cada sustancia que integra la mezcla.
Una prueba toxicológica y la medición del nivel de contaminación del agua son dos procedimientos que se llevan a cabo haciendo uso de la cromatografía.
Clasificaciones y ejemplos
Según sus características, la cromatografía puede clasificarse de distintos modos. La cromatografía en columna, por ejemplo, permite separar líquidos y sólidos, gases y sólidos o gases y líquidos con la fase estacionaria situada en una columna que puede tener diversos diámetros y longitudes. La cromatografía plana, en tanto, se lleva a cabo sobre un material sólido, donde se ubica la fase estacionaria.
Podemos ver cómo funciona la cromatografía cuando se derrama vino tino sobre un mantel de color blanco. Es habitual que la mancha que se genera no tenga una tonalidad uniforme: por el contrario, hay sectores rojizos, otros azulados, etc. Esto se debe a que los pigmentos que forman parte del vino experimentan una separación al entrar en contacto con la tela del mantel.
Historia
Si nos remontamos a los orígenes de la cromatografía, que nos lleva a mediados del siglo XIX, veremos que en un principio se usó con sustancias coloreadas. En el año 1850, el químico analítico Friedlieb Ferdinand Runge, oriundo de Alemania, publicó una descripción de las zonas coloreadas que aparecían cuando se ponía una sustancia colorante en un trozo de papel secante. Sin embargo, el hito más relevante llegó a principios del siglo XX, cuando el botánico Mijaíl Semiónovich Tsvet, de nacionalidad rusa, acuñó el término cromatografía.
Poco tiempo antes, Tsvet había obtenido un logro sin precedentes: trabajando con una mezcla de pigmentos de origen vegetal, consiguió dividirla en una columna de carbonato de calcio. Otro de sus experimentos destacados fue la cromatografía de una yema de huevo, usando un glúcido complejo llamado inulina. Los descubrimiento de este importante científico ruso no se aprovecharon hasta el año 1931, doce años después de su muerte. Se cree que la razón principal de tal falta de atención fue que su trabajo se hubieran publicado en su lengua materna y en un medio impreso no muy conocido.
Fue entonces que la cromatografía atravesó un rápido crecimiento como herramienta de análisis, y esto se debió a que las investigaciones de Tsvet fueron usadas por otros científicos de renombre, Kuhn, Lederer y Winterstein, para estudiar pigmentos de origen vegetal. En tal experimento, confirmaron las afirmaciones del botánico ruso, incluyendo el hecho de que el caroteno no sea una única sustancia sino que está formada por diversos homólogos relacionados de manera estrecha. También fueron creciendo las dimensiones de las columnas, para que fuera posible la recuperación de los componentes separados.
En el año 1959, apareció una técnica de cromatografía denominada filtración de gel, a cargo de Porath y Flodin, la cual ha sido ampliamente usada por su efectividad para separar sustancias con un peso molecular elevado, en especial proteínas. Esta técnica se ha aplicado en diferentes campos, como ser la medicina, la biología, la fisiología y la bioquímica.