Deglución es un término con origen en el latín deglutĭo que refiere al accionar y a las consecuencias de deglutir. Este verbo menciona el paso de los alimentos o de otras sustancias por la boca para llegar al estómago.
Por ejemplo: «El abuelo tiene problemas de deglución», «Desde que recibí aquel golpe tan fuerte en la mandíbula, la deglución ha sido una lucha para mí», «La madre debe estar atenta para evitar la deglución de objetos por parte del niño».
Proceso de deglución
La deglución puede entenderse como una acción que implica la intervención de diversos músculos, los cuales actúan de manera integrada. El primer paso es un acto voluntario (se hace ingresar un alimento al organismo tras haberlo depositado en la boca y masticado) y se desarrolla gracias a la acción de la lengua, que impulsa la comida y la lleva hacia la zona de la faringe.
La saliva contribuye a que el alimento se convierta en el denominado bolo alimenticio y pueda atravesar la laringe. La deglución continúa con una serie de procesos que ya son involuntarios.
La disfagia
A los problemas persistentes para desarrollar la deglución con normalidad se los engloba bajo el nombre de disfagia. Se trata de una complicación que puede surgir por diversas enfermedades y trastornos.
La disfagia puede presentar síntomas como una masticación que se extiende demasiado en el tiempo, la expulsión involuntaria de saliva, el dolor en el momento de tragar, la regurgitación de la comida o la tos. Para diagnosticar con precisión la causa de la disfagia, el médico suele ordenar un estudio que se conoce como endoscopia gastrointestinal alta o esofagogastroduodenoscopia.
Tratamiento de los problemas de deglución
En el caso de la disfagia, los profesionales siempre intentan llevar a cabo un tratamiento que evite la evolución del problema; es decir, que empeore. Una vez que consiguen este objetivo pasan a evaluar la causa del trastorno y buscar formas de que el paciente mejore hasta que los síntomas desaparezcan.
Cabe señalar que diseñar un tratamiento para este problema de deglución no es nada fácil, en particular porque las potenciales causas son muchas. A la hora de diagnosticar una disfagia causada por una infección, se indica el uso de antibióticos que pueda controlar el médico. Si ha surgido por algún problema neurológico, en cambio, el recurso que mejores resultados suele dar es la terapia motora.
Para tratar la disfagia esofágica es probable que el médico indique algún fármaco que reduzca el reflujo y la acidez estomacal. De esta manera, se evita que la condición del estómago se interponga en el consumo de alimentos, tanto sólidos como líquidos. Si tiene lugar un caso de estenosis esofágica o de acalasia, lo más común es que se lleve a cabo una dilatación manual. Para ello se usa un endoscopio especial que tiene una parte esférica capaz de ensanchar el esófago a su paso.
El trastorno en los niños
En los niños, como sucede con casi cualquier otro problema de salud, la disfagia presenta mayores desafíos, en especial si les ocurre antes de que aprendan a hablar y describir sus malestares con precisión. Por lo tanto, queda en los adultos observarlos para estar atentos a cualquier anomalía en su comportamiento a la hora de comer. Algunos de los síntomas más comunes son los siguientes, que también se pueden apreciar en los adultos pero los más pequeños no siempre se quejan de ellos:
- Rechazo a la comida sólida.
- Cuerpo tenso mientras intenta comer.
- Problemas para respirar, vómitos y tos durante la alimentación.
- Pérdida de peso.
Si bien los primeros tres síntomas seguramente generen que el niño manifieste su malestar, el último es el más difícil de detectar a tiempo a menos que los mayores estén especialmente atentos, algo que debería ocurrir en todos los casos sin excepción.