La dentina es un tejido que forma parte de los dientes. Se trata del marfil presente en las piezas dentales: un material de color amarillento y gran dureza que, en la zona de la raíz, se encuentra cubierto por el cemento, mientras que en la corona lo recubre el esmalte.
La mayor parte del diente está formada por la dentina, que se halla entre los tejidos más duros del organismo. A su proceso de desarrollo se lo conoce como dentinogénesis. Los dentinoblastos u odontoblastos son las células especializadas que se dedican a la elaboración de la dentina.
Los odontoblastos son células pulpares, o sea que se encuentran en el tejido conocido como pulpa dentaria, el cual conforma el interior de los dientes, debajo de la dentina. Dada su ubicación, no es fácil obtener cultivos viables para su estudio, y esto limita bastante el trabajo de los científicos. A lo largo de la estructura del diente, los odontoblastos atraviesan variaciones en su forma: en la corona se muestran como células columnares altas, mientras que en la mitad de la raíz, como columnares bajas.
En la dentina también hallamos los denominados canalículos dentarios, donde se encuentran las prolongaciones citoplasmáticas de los procesos que realizan los odontoblastos. Al mirar la dentina a través de un microscopio, es posible notar unas líneas denominadas de Owen, que responden a la separación en segmentos que la caracteriza.
Entre los componentes de este tejido se encuentran el colágeno y los elementos citoplasmáticos. Cabe destacar que la dentina presenta una capa de tejido viviente y túbulos que están vinculados al nervio del diente. Si se produce una retracción de las encías, la dentina queda al descubierto y se genera el trastorno denominado sensibilidad dental.
La persona que padece sensibilidad dental puede experimentar un dolor intenso al ingerir alimentos o líquidos muy fríos o calientes. Esto se debe a que entran en contacto con la dentina, cuyos túbulos estimulan el nervio.
Los daños en el esmalte dental pueden hacer que la dentina resulte expuesta. Por eso la caries también afecta a la dentina: la infección primero incide en el esmalte y luego, si sigue avanzando, llega a la dentina. En esta etapa la enfermedad causa dolor. Sin tratamiento, la caries destruye la dentina y continúa su avance, alcanzando eventualmente la pulpa dentaria, el hueso y la encía.
En este contexto, podemos proceder a responder una de las preguntas más frecuentes en el ámbito de la odontología: ¿por qué la importancia de la dentina es comparable con la del esmalte? Si bien las publicidades de dentífricos y enjuagues bucales suelen hacer referencia a este tema para invitarnos a cuidar nuestros dientes, nunca terminan de explicarnos las verdaderas razones para hacerlo.
A grandes rasgos, la importancia de la dentina reside en que nos ayuda a mantener los dientes blancos y brillantes, además de protegerlos de las temidas caries. Sin embargo, la realidad es un poco más compleja, ya que no es posible cuidar tan sólo una parte de los dientes: si dejamos de lado el esmalte, a la larga éste se desgasta y deja expuesta la dentina.
A menudo se menciona el esmalte como el componente fundamental de nuestros dientes, como si bastase cuidarlo para asegurarnos una buena salud bucal. Como puede apreciarse, esto no es preciso, y por eso es necesario conocer los métodos más comunes para cuidar también la dentina. Sin lugar a dudas, el cepillado con dentífrico después de cada comida es uno de los mejores hábitos para mantener los dientes fuertes y sanos, siempre que se realice con suavidad e intentando llegar a cada rincón. Otros consejos incluyen mantener la boca hidratada y evitar los alimentos ácidos.