Un diente es un cuerpo duro que se halla en las mandíbulas del ser humano y de muchos animales y que sirve para masticar los alimentos o, en el caso de ciertos animales, como defensa. La parte descubierta de los dientes, que resulta visible, se conoce como corona y está protegida por esmalte dental. La raíz del diente, por su parte, no está a la vista en una boca sana. La unión de la corona con la raíz recibe el nombre de cuello.
Los dientes -del latín dentis– se encuentran enclavados en los huesos maxilares mediante una articulación conocida como gonfosis. En esta articulación es posible distinguir el cemento dentario y el hueso alveolar, que están unidos por el ligamento periodontal.
Composición de los dientes
Compuestos por calcio y fósforo, los dientes son estructuras de tejido mineralizado cuyo desarrollo se inicia a temprana edad. Primero surge una dentición temporal o de leche, que cae de manera natural y es reemplazada por la dentición permanente.
Gracias a los dientes, personas y animales pueden masticar los alimentos para una adecuada digestión. Los dientes pueden dividirse en incisivos (que permiten cortar la comida), caninos (dedicados a desgarrar), premolares (que trituran los alimentos) y molares (muelen). Cabe destacar que los dientes también intervienen en la comunicación oral.
La higiene bucal, que se desarrolla con un cepillo de dientes, hilo dental y otros implementos, es imprescindible para mantener los dientes en buen estado. Si la higiene no es correcta, es posible desarrollar enfermedades como la placa dental, la caries, la periodontitis y la gingivitis.
Enfermedades dentales
Placa dental
El foco de la placa dental (o bacteriana) es la superficie de los dientes, encías y restauraciones, y no es fácil de observar, salvo que se encuentre teñida. Posee una consistencia blanda y su color tiende a ser amarillento. Puede formarse en muy poco tiempo y cuesta eliminarla, además de presentarse en forma y ubicación diversa en cada persona. Cuando la placa dental llega a calcificarse, pueden aparecer cálculos o sarro tártaro.
Caries
La enfermedad conocida como caries (a veces, mal llamada carie), se caracteriza por destruir el tejido dental a causa de los ácidos que liberan ciertas bacterias que se depositan en la superficie de los dientes. Es importante tratar las caries a tiempo, para evitar que ataquen los tejidos duros, lo cual genera graves inflamaciones y, en el peor de los casos, la muerte de la pulpa dental, lo que también se conoce con el nombre de necrosis.
Gingivitis
La gingivitis es una enfermedad por lo general de origen bacteriano, que genera sangrado de las encías e inflamación, a causa de restos alimenticios que no son correctamente removidos durante el proceso de higiene bucal.
Periodontitis
El nombre común de la periodontitis es piorrea, y se trata de una enfermedad crónica e irreversible. Su curso normal comienza con una gingivitis y más tarde con una retracción gingival y con pérdida de hueso; en los peores casos, cuando no se trata, puede eliminar el soporte óseo de los dientes.
Bruxismo
El bruxismo nocturno es un trastorno poco conocido y consiste en presionar y rechinar los dientes de forma involuntaria durante el sueño, y afecta a un promedio del 15% de la población. Dado que el paciente no suele ser consciente de dichas acciones, lo común es que las advierta alguien que duerma con él, o bien un dentista que descubra la inevitable destrucción de la dentina y del esmalte. Por lo general, el bruxismo suele aparecer entre los 17 y los 20 años de edad, y su remisión suele tener lugar cerca de los 40 años, de manera espontánea. Con respecto al género, afecta a hombres y mujeres por igual.
Halitosis
La halitosis es un síntoma que se caracteriza por mal aliento y afecta a más de la mitad de la población general. Luego de varias horas de sueño, dada la falta de actividad de las estructuras bucales y la escasa producción de saliva, es común la presencia de halitosis.