La Real Academia Española (RAE), en su diccionario, define a un efluente como un fluido procedente de una instalación industrial. El término proviene del verbo efluir, que alude al escape al exterior de un gas o de un líquido.
Por ejemplo: «Un efluente contaminante llegó al lago y provocó la intoxicación masiva de peces», «Para ser sustentables, tenemos que apostar por las fábricas que no generan efluentes y que, por lo tanto, son amistosas con el medio ambiente», «El gobierno nacional invirtió diez millones de pesos para mejorar el tratamiento de los efluentes cloacales en la zona de la ribera».
Los efluentes constituyen una problemática para la ecología debido a que muchas veces resultan contaminantes. Por eso existen leyes que establecen cómo las industrias deben tratarlos o verterlos. Cuando un efluente sin tratar llega a los cursos de agua, pueden producirse graves problemas medioambientales que afectan la salud de las personas y los animales.
En el ámbito de la hidrología, se denomina efluente al curso de agua que surge de un río o de un lago como una ramificación. Al curso que, en cambio, se incorpora a un río o lago, se lo llama afluente.
La hidrología pertenece al grupo de ciencias de la Tierra, las disciplinas naturales que se enfocan en el estudio de la morfología, la estructura, la dinámica y la evolución de nuestro planeta. El tema que sobresale en este marco es el agua, como se puede apreciar en su componente léxico hydor, proveniente del griego, que puede traducirse como «agua».
Los fenómenos relacionados con el agua que resultan de interés para la hidrología son su distribución, sus propiedades químicas, mecánicas y físicas, su ocurrencia y su circulación en la superficie de la Tierra, en la atmósfera y en los océanos. Dicho en términos más precisos, se centra en el estudio de la humedad del suelo, el equilibrio de los glaciares desde el punto de vista de sus masas, el escurrimiento (la corriente que se vierte cuando se rebasa un cauce, natural o artificial, o bien un depósito).
Confluencia es el lugar donde confluyen estos cursos: los que salen (efluentes) y los que llegan (afluentes). Los efluentes pueden ser naturales, como aquellos que surgen en los deltas; o artificiales, creados por el ser humano para abastecer de agua a una población o con fines de riego. En el caso de los efluentes artificiales, suelen ser canales o acequias.
Otra forma de entender los efluentes es como residuos líquidos que no resultan fáciles de reciclar o depurar haciendo uso de métodos tales como la depuración biológica o la físico-química, entre otros de tradicionales. La causa de esta dificultad reside en las características de su composición, que derivan, a su vez, en un gran riesgo si son vertidos por accidente. Para tratar estos efluentes de la mejor manera posible, por lo tanto, existen empresas especializadas que cuentan con varias tecnologías de destilación y evaporación, creadas para concentrar los residuos a niveles muy altos.
Es necesario señalar que en varios casos las compañías se decantan por guardar y enviar dichos efluentes a los denominados gestores de residuos, algo que acarrea un gasto económico que podría evitarse con el tratamiento en las propias instalaciones. Como si este ahorro no fuera suficiente, de la depuración se obtienen subproductos que pueden venderse para obtener ingresos extraordinarios.
Entre las tecnologías más avanzadas y adecuadas para tratar los efluentes, se encuentran las siguientes:
* cristalizadores;
* evaporadores al vacío;
* ósmosis inversa;
* nanofiltración, ultrafiltración y microfiltración;
* resinas de intercambio iónico;
* depuradoras biológicas y físico-químicas;
* electrodesionización;
La proveniencia de los efluentes que pueden tratarse con dichas tecnologías son varias, y por eso los expertos deben identificarlas en cada caso para saber cómo proceder. Algunas posibilidades son: centrales productoras de energía; vertederos de residuos sólidos urbanos; actividades de tipo industrial; plantas de extracción de gas, petróleo y minería.