Un vocablo griego que puede traducirse como “extracto” llegó al latín como eclŏga, que en castellano se convirtió en égloga. Este concepto se emplea en el ámbito de la literatura para nombrar a un poema bucólico que presenta una idealización de la vida rústica.
Cabe destacar que, según la teoría literaria, el género bucólico es aquel que se centra en lo rural, por lo general teniendo como protagonistas a los pastores. Este género se caracteriza por desarrollarse habitualmente a través de diálogos.
Una égloga, por lo tanto, es una pieza que se compone del diálogo entre pastores en un marco campestre. En ese entorno, que es presentado como paradisíaco, los pastores suelen hablar sobre el amor. En ciertos casos, el diálogo es reemplazado por el monólogo de un pastor.
El griego Teócrito (310 a. C. – 260 a. C.) es señalado como el creador de la égloga y de la poesía de carácter bucólico. En este sentido, se mencionan a sus idilios como las primeras églogas. Mosco de Siracusa y Bión de Esmirna son otros poetas griegos que contribuyeron al desarrollo de la égloga. Más adelante, Francesco Petrarca, Pierre de Ronsard, Garcilaso de la Vega y otros autores también incursionaron en este tipo de poesía.
Con el tiempo, comenzaron a surgir églogas cuyos personajes ficticios encubrían a personalidades reales. Otro paso en la evolución de esta clase de obras fue el uso directo de personajes de la vida real. En muchos casos, las églogas se convirtieron en obras de teatro y fueron representadas sobre distintos escenarios.
Una de las particularidades de la égloga es que sus monólogos y sus diálogos se dan dentro de un solo lapso de tiempo, a diferencia de otros géneros, como ser el teatro. Si quisiéramos compararlos, deberíamos extraer una sola escena de un drama, para conseguir paridad a nivel temporal.
Por lo general, el comienzo de las églogas se destina a la introducción de la historia, para dar lugar a la trama y, sobre el final, presentar el desenlace. Como es común en cualquier género literario, tenemos a nuestra disposición un gran número de obras de todos los tiempos para apreciar con ejemplos las características de la égloga. En este caso hablaremos de algunas de las más destacadas.
Una de las églogas que mayor relevancia ha alcanzado la escribió Garcilaso de la Vega y se titula El dulce lamentar de dos pastores. En ella tenemos a dos pastores que conversan acerca de sus respectivas historias de amor: Nemoroso se lamenta por el fallecimiento de Elisa, mientras que Salicio expresa su sufrimiento por los desplantes que debe soportar por parte de su amada.
Otra de las églogas recordadas de Garcilaso de la Vega es En medio del invierno, en la cual se presentan diversos personajes pertenecientes a su primera obra y el tema es una vez más el sufrimiento ante el amor no correspondido. En Aquella voluntad honesta y pura, por otra parte, el autor pone a un grupo de pastores a dialogar acerca de la mujer, pero no quejándose de engaños y despecho, sino hablando de la admiración que les provoca.
Juan del Encina es otro autor que nos ha legado églogas memorables. Tal es el caso de Égloga de Cristino y Febea, la cual se enfoca en la historia de un ermitaño que se refugia en la religión y busca los consejos de un amigo íntimo para superar la encrucijada que supone haberse enamorado de una mujer. En otra de sus obras, Égloga de Plácida y Vitoriano, se da la particularidad de que es la mujer quien recita la mayor parte de las líneas. Finalmente, en Égloga de las grandes lluvias Encina muestra un diálogo acerca de la noche navideña y las consecuencias de las lluvias.