Embrión es un término que deriva del vocablo latino émbryon. El concepto hace referencia al ser vivo que se encuentra en las etapas iniciales de su desarrollo.
La idea de embrión, por lo tanto, alude al periodo que comienza con la fecundación y llega hasta la instancia en que el ser alcanza las características de tipo morfológico que distinguen a su especie. En el caso del ser humano, el embrión surge con la concepción y persiste hasta la finalización del tercer mes del embarazo, cuando pasa a conocerse como feto.
Siguiendo con nuestra especie, vale la pena recordar que la concepción se produce cuando un espermatozoide (gameto masculino) logra fecundar un óvulo (gameto femenino), formando un cigoto que combina el ácido desoxirribonucleico (ADN) de los dos progenitores. Ese cigoto, en su desarrollo, se denomina embrión hasta el tercer mes de gestación. Luego se convierte en feto hasta el momento del parto, cuando el bebé ya gestado sale del útero materno e inicia su vida independiente.
La forma natural para la creación de un embrión es a través de una relación sexual entre un hombre y una mujer: cuando el hombre deposita su semen en la vagina de la mujer, un espermatozoide puede fecundar un óvulo y así dar lugar a la concepción. De todos modos, existen técnicas de reproducción asistida que permiten crear embriones a través de distintos procesos (como la inseminación artificial y la fecundación in vitro).
Luego de alrededor de treinta horas del momento de la concepción, las células del cigoto comienzan a atravesar un proceso de división por medio de la multiplicación progresiva, de manera que de una sola pueden formarse muchas, en etapas en las cuales se duplica la cantidad anterior (dos, cuatro, ocho, etcétera). Una vez que el cigoto se ha convertido en embrión, fenómeno que tiene lugar entre los cuatro y los siete primeros días después de la fecundación, se acomoda en la pared del útero.
Una vez que el embrión alcanza la cuarta semana de su desarrollo, su extensión suele rondar los cinco centímetros y se mete en la pared del útero para comenzar a alimentarse. Sin embargo, la formación de todos sus órganos y de los sistemas que necesita para subsistir en el futuro, como ser el cerebro, la médula espinal y el corazón, no comienzan hasta la quinta semana del embarazo.
Un tiempo más tarde, cuando la placenta comienza a formarse, el embrión se ubica en el centro del útero y queda suspendido en el líquido del saco amniótico. Algunos de sus rasgos más característicos, como ser los pies, las manos, los ojos y el rostro empiezan a formarse a partir de la sexta semana.
Cuando llega la novena semana, el embrión ya posee extremidades bien definidas, así como gran parte de sus órganos fundamentales. Alrededor de siete días después se termina la etapa del desarrollo embrionario para dar lugar a la del feto.
Más allá del ser humano y de las especies animales, la noción de embrión también se emplea en las plantas fanerógamas (para aludir al material albergado en una semilla que permite desarrollar una futura planta). El embrión se compone de la radícula que se dirige a la micrópila, el hipocótilo (un vástago de escasa extensión), los cotiledones (las hojas que primero aparecen) y la plúmula (también se conoce con el nombre de gémula, y se trata del ápice caulinar).
En el lenguaje coloquial, por último, se llama embrión al principio de una cosa que aún no ha sido desarrollado. Esto puede aplicarse a un proyecto que recién está viendo la luz del día y que tomará mucho tiempo completar.
