Encantador es un vocablo que, según se indica en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), deriva de una palabra perteneciente al latín tardío. Se trata de un adjetivo para el cual se admiten dos interpretaciones: puede aprovecharse, dice la teoría, para describir a aquello que consigue encantar o hacer encantamientos, o bien con el propósito de referir a algo que resulta extremadamente agradable.
A lo largo de la historia, este concepto le ha dado contenido a expresiones, frases o títulos que se tornaron relevantes o populares por diversos motivos. Se apela a la denominación “encantador de serpientes”, por ejemplo, con la idea de aludir a los hombres que, en India y otras naciones asiáticas, se dedican a “hipnotizar” serpientes ejecutando un instrumento similar a una flauta (pungi es el nombre que se le ha dado a dicho instrumento de viento) aunque también puede tenerse en cuenta a esa expresión con una finalidad metafórica o en sentido figurado.
“El encantador de perros”, en tanto, identifica a un programa televisivo liderado por César Millán, un entrenador canino que en cada uno de los episodios del proyecto ha ido mostrando cómo rehabilitar y educar a canes con dificultades de adaptación o comportamientos agresivos para lograr una convivencia armoniosa y que los humanos a cargo de esos animales asuman el rol de “líder de la manada”. Y en el plano literario, por sumar otra referencia, este término aparece en un libro de Alison Cochrun que, en español, ha sido bautizado como “Un príncipe encantador”. Este vocablo empleado en femenino, además, ha logrado visibilidad dentro del ámbito musical gracias a “Encantadora”, una canción de Yandel.
Cómo se logra ser encantador
Ser encantador (o encantadora) se logra a través de gestos cordiales, una personalidad fascinante y un estilo tan seductor como elegante, entre otros ítems vinculados al buen gusto y al encanto.
Estéticamente, para que alguien o algo resulte encantador tiene que cumplir parámetros que lo tornen atractivo, bello, estimulante e hipnótico.
A un hombre se lo llega a describir como encantador, generalmente, cuando es apuesto y carismático, da muestras de caballerosidad, tiene comportamientos amables y una sonrisa deslumbrante, entre otros rasgos positivos. Las mujeres encantadoras, por su parte, suelen brillar por medio de su simpatía, su espíritu alegre, sus miradas, un gran sentido del humor y su inteligencia.
Las personas encantadoras, en definitiva, son lindas y radiantes por dentro y por fuera. Son gentiles, respetuosas, educadas y genuinas, tienen su sonrisa a flor de piel, ofrecen un trato cálido y hechizan mediante una actitud positiva, tranquila, coherente y auténtica.
De centrar la atención en un paisaje, en cambio, la calificación de encantador la logrará el entorno natural que, por sus colores, riqueza y localización, provoque fascinación y se preste a la contemplación por ser hermoso, pintoresco e inspirador.
También un pueblo, ya sea por su historia, la calidez de su gente, sus patrimonios o su ubicación, puede llegar a considerarse encantador, sobre todo a nivel turístico. Puede, incluso, ser encantador un museo, un espectáculo, un evento, un postre o un animal, por citar otras alternativas, si causan fascinación, asombro, deleite o regocijo. En la práctica es posible pronunciar o leer frases como “¡Fue una fiesta de ensueño, una noche encantadora!”, “Fue encantadora e inolvidable la charla que tuve con tan prestigiosa autora”, “Es una película encantadora llena de magia”, “¡Qué amoroso tu hijo, es encantador!”, “Es encantador llegar a casa y que la comida ya esté preparada”, “El hotel me pareció un encanto, muy acogedor” o “Es encantador escucharte”.
El encanto como recurso para hacer el mal
Siendo encantador uno puede influir sobre otro obteniendo el fin deseado, por eso hay gente que utiliza al encanto como recurso para hacer el mal y sacar provecho propio.
Con astucia y estrategias para resultar convincentes y ganarse tanto la confianza como la aprobación del prójimo uno puede manipular, estafar y engañar a alguien.
Es difícil, en ocasiones, advertir que se está frente a un ser que, aunque no lo aparente, posee malas intenciones o es, detrás de su imagen noble y amorosa, una persona peligrosa o digna de temer. Muchas víctimas de violencia de género, por ejemplo, admiten que su agresor se mostraba encantador y seductor al inicio de la relación, así como también abundan testimonios de personas que han sufrido o padecen maltratos psicológicos por parte de alguien con buena reputación que no parece ser, para el afuera, aquello que en verdad es: un monstruo que humilla, atormenta, intimida, agrede y siembra el pánico en quien él dice querer.
Por precaución conviene tener siempre los sentidos en alerta y prestar atención a señales o indicios que vayan dejando al descubierto la esencia perversa y maliciosa de la persona tóxica, manipuladora y violenta que se esconde detrás de una apariencia encantadora fingiendo un romanticismo o una bondad que no tiene.