Un escribano es un individuo que se encuentra habilitado por oficio público para dar fe de diversos actos y documentos. El trabajo del escribano es similar al del notario, aunque los alcances dependen de cada país.
Seguridad jurídica
En algunas regiones, un escribano o notario es un funcionario público que está en condiciones de dar fe en testamentos, contratos, etc., de acuerdo a lo establecido por la legislación. Esto quiere decir que actúa como testigo y controla la celebración de diferentes actos de carácter extrajudicial.
Los escribanos, de este modo, pueden dotar de carácter público a un documento privado a través de su firma. Su intervención sirve como garantía: la ley lo autoriza a confirmar que un documento es legal.
En definitiva, un escribano otorga seguridad jurídica a un acto, garantizando la autenticidad, la validez y la legalidad del mismo. Su intervención es imparcial y constituye una función pública que le delega el Estado.
Tres países en los que actualmente se sigue usando este título son Argentina, Paraguay y Uruguay. Es común que se hable de Escribano Público. En Argentina, por ejemplo, para alcanzar este puesto es necesario en primer lugar completar los estudios universitarios de abogacía y recién entonces atravesar un concurso habilitante. Cabe señalar que no es posible actuar como abogado y escribano simultáneamente.
En la historia
Dejar constancia de lo que ocurre en un juicio y de lo que se estipula en una convención es tan necesario como importante, y es por eso que el rol del escribano es fundamental para las leyes de la actualidad. Los orígenes de este puesto son muy remotos, aunque sus funciones y el peso de sus acciones eran sustancialmente diferentes.
En la antigüedad aparecieron los primeros antecedentes del escribano, aunque no estaba en su poder garantizar la legalidad de un contrato, ya que para eso bastaba con la presencia de los testigos y la impresión del sello. Su función era precisamente escribir documentos privados bajo demanda, los cuales más adelante se debían validar en el magistrado. Algunos ejemplos destacados fueron los argentarios atenienses y los escribas hebreos.
En La Política, conocida obra de Aristóteles, el filósofo griego menciona las varias magistraturas que tenían la función de registrar los actos particulares y las sentencias que se dictaban en los tribunales, además de intervenir en los negocios y procedimientos de carácter judicial. El autor habla de ellas como figuras muy necesarias para el funcionamiento de la sociedad. En ocasiones dicha magistratura tenía subdivisiones, aunque todas compartían las mismas atribuciones. Sus funcionarios no sólo se denominaban escribanos, sino también conservadores o archiveros, entre otras posibilidades.
En el Imperio romano también existió la figura del escribano, aunque existían varios nombres que se asignaban de acuerdo con ciertas características muy particulares:
* scribæ: cualquier funcionario que supiera escribir;
* cursores: escribían a la misma velocidad del discurso;
* notarii: usaban notas para escribir;
* tabularii: hacían sus anotaciones en tablillas;
* argentarii: solamente asistían a las negociaciones de dinero, como ser los depósitos o los préstamos;
* actuarii: sus tareas incluían la redacción de las actas públicas y los decretos o decisiones judiciales;
* chartularii: se encargaban de reconocer y guardar los instrumentos públicos.
Otras acepciones
De acuerdo a la Real Academia Española (RAE), por otra parte, se llama escribano a un ave del grupo de las paseriformes que tiene un pico ancho y corto. Los escribanos son granívoros: esto quiere decir que la base de su alimentación son los granos.
La idea de escribano también aparece en el terreno de la gastronomía. En Perú, el escribano es una ensalada que se prepara con papas (patatas) trituradas y mezcladas con cilantro, perejil, tomate y rocoto. El arroz de escribano, en tanto, es un plato valenciano cuyos ingredientes principales son el arroz y los garbanzos.